Los domingos de la
mañana suelo leer artículos de opinión diversos escritos por
“expertos diversos”, las entrevistas sobre temas de actualidad a
algún “experto” y esos reportajes en que un becario recoge lo
que dicen los “expertos” sobre esa misma actualidad. Me pregunto
quién da el título de experto -incluso a mí me lo han dado y en
varias ocasiones sobre materias de las que “solo sé que no sé
nada”-, pero acepto que es una fórmula comúnmente aceptada de
introducir a alguien que por su curriculum se puede suponer que
conoce del asunto más que la generalidad del resto de los mortales.
A veces lo que se escribe, se contesta o se dice por el experto,
según se recoge en el medio, hace dudar a cualquiera de la
experiencia previa del “experto” pero ahí queda dicho y, a lo
mejor para ser repetido una y otra vez en el tiempo.
La cuestión que más
veces me suscitan las opiniones de los expertos, sobre todo cuando el
experto es indudablemente una figura conocida en un campo determinado
y que no ofrece dudas sobre su preparación y biografía previa es:
¿A cuánto está el kilo de experto?
No tengo dudas de
que se paga por opinar, de una u otra manera -a veces de formas más
asquerosas que el vil metal-, pero se paga. El pago más miserable
que se me ha hecho últimamente, además del momento publicitario que
supone la imagen de uno en un programa televisivo, ha sido de 10
euros en billete, sea dicho para demostrar que algo sé de lo que
hablo.
Partiendo que a mí
se me paga tan poco por decir lo que yo pienso o incluso por
escribirlo en alguna columna periodística, cuando observo lo que
nombres de “reconocido prestigio” dicen sin ningún rubor,
contribuyendo muchas veces a formar un estado de opinión favorable a
un determinado interés o contrario a otro, y, en todo caso contribuyendo a dar
argumentos para que se hagan o deshagan leyes, costumbres, obras,
fronteras, ritos, creencias… me pregunto ¿A cuánto está el kilo
de experto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario