Daniel
Herrero es un jugador de rugby, que tendrá ahora unos 70 años, -de
origen español evidente, como Guirado el actual capitán de la
selección francesa o como Ibáñez que lo fue anteriormente-, y que
además de ser un tercera línea centro de fama internacional en sus
tiempos, luego fue entrenador y ha sido autor de diversos libros,
hasta seis, sobre el juego del rugby y otras cosas, libros
ciertamente filosóficos y llenos de pequeñas historias sobre todos
los años en que ha caminado por los senderos de Ovalia, “donde los
hombres se encuentran mucho más que se cruzan”.
En
la biblioteca de Imanol Hiruntchiverry o de Aristide Labarthe es
fácil encontrarse docenas de libros de rugby escritos en francés,
pero los de Daniel Herrero, prestados a la cuadrilla y devueltos,
ocupan un lugar de preferencia.
-
¿Qué sería del rugby francés sin la sangre española? - se
pregunta Labarthe en voz alta con el “Dictionnaire amoureux du
rugby” en la mano- ¿En realidad, qué sería de aquella Francia
que había perdido millones de jóvenes en las Guerras del pasado
siglo sin la acogida a tantos españoles emigrantes económicos y
refugiados de la persecución reaccionaria? ¿Cómo te puedes
asombrar de que el rugby francés se enorgullezca de que la selección
española de rugby esté formada en gran parte por franceses? ¿De
que nos apropiemos de unos pasos positivos que no vemos en la nuestra
últimamente? Si parece que estamos más alegres aquí que muchos de
vosotros...
- Es
que en el otro lado somos así, nos cuesta identificarnos por razones
explicables con los símbolos del Estado y la selección de rugby
tiene ese algo de símbolo que repele -Murray contesta con un vaso de
whisky que desborda de agua en la mano mientras ojea la prensa
especializada puesta sobre la mesita-, pero a la vez es bonito que
esos jóvenes vengan de Francia a sus raíces y que demuestren con su
aportación que el problema del rugby español es parte del problema
cultural de este país, de la borregada en que nos hemos dejado
convertir…