Los buenos días han llegado tras las lluvias. La playa de la Zurriola es sacudida por las olas y la resaca del Cantábrico pero hay pocos “pingüinos humanos” en el anochecer donostiarra. Hay quien ya ha desenfundado los muebles de resina blanca y se ha instalado en el exterior para disfrutar del yodo ambiental, la brisa inevitable y la fría humedad mientras inicia una tertulia en la distancia con uno de esos teléfonos que esclavizan nuestras neuronas.
- ¿Cuántas conmociones cerebrales has tenido Imanol? - Galtzagorri pregunta desde la terraza de su casa, intentando ver algo en la pantalla, a pesar de los reflejos -. Conmociones de verdad, de las de pérdida de conocimiento y de no enterarte un rato si estabas aquí o allí.
- En partidos oficiales pocas, dos o tres, pero ya sabes que entonces se seguía jugando y lo más que te ponían es una esponja pringosa en la nuca – Hiruntchiverry está sentado bajo la veranda del lado sur de su casa, las hortensias protegidas contra el alto muro hacen de fondo de su imagen -, en los entrenamientos, habré tenido incontables, los entrenamientos era lo peor, intentabas no hacer daño y te llevabas rodillazos, puntapiés y de todo en los placajes…
- De los presentes ¿A quién le han hecho un scanner? - El Marqués de Altamira está enclaustrado en una biblioteca de libros de rugby y figuritas de todos los personajes de Lucky Luke y él levanta la mano el primero -. A todos, por lo que veo. A mí me han hecho varios y pruebas diversas, porque además en uno de ellos salió algo que podía ser… que no podía ser… que si tal… y al final resultó ser un hematoma momificado en una pared del estuche de los sesos.
- Yo tuve un primer susto en el campo pero no me quedaron secuelas, creo – El Barón de la Florida ha debido poner la cámara del aparato encima de la campana extractora de la cocina, porque solo se le ve la coronilla y un fregadero al fondo -, pero luego tuve el accidente de tráfico y el médico me aconsejó irlo dejando porque me dijo que podía quedarme más tonto que un rapero catalán. Bueno, no me lo dijo así, pero ya me entendéis.
- Ser gilipollas no es delito, al menos, por ahora – Jon Galtzagorri se carcajea y alza una copa de tinto -, aunque las dos neuronas que le quedan al chaval ése parece que han recibido más patadas en la cabeza que un balón, habría que hacerle un scanner por su bien ¡Brindo por las conmociones cerebrales sin secuelas ni precuelas!
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