Un poco de golf, algo de turismo cultural, un partido de rugby y una cena hicieron de un sábado lluvioso y desagradable un día completo.
- Yo creía que lo de « pipelettes » era algo más erótico y no un restaurante -dice Manu Majors examinando el menú de un coqueto restaurante bearnés bien acomodado en la mesa -, pero creo que me voy a apuntar a estas vieiras con ortigas.
- Las « pipelettes » son las chismosas, las « porteras » en español – responde Jon Galtzagorri acabando la copa de vino blanco del Tursan que les han servido de aperitivo -, una forma de insultar a mujeres que por su oficio controlaban lo que pasaba en el vecindario y ahora las feministas francesas lo han reivindicado y algunas actrices hacen espectáculos como « pipelettes » , soliloquios en los que también se ríen de las virtudes amatorias atribuidas a las francesas…
- Hablando de chismosas, el otro día estuve en una comida oficial de esas a las que tengo que ir y me tocó frente a frente con algún miembro del santo poder, mejor dicho con una “cruella devil” de los tribunales…
- ¡Qué sacrificios haces por los letrados colegiados del pequeño país! - dice Galtzagorri y explica a la “maestra de sala” lo que ambos desean cenar -. No hace falta que me pases la lista de asistentes al evento ni me digas el menú, a no ser que acabarais en urgencias de Txagorritxu o así.
- Me he acordado de ello porque alguien habló bien de ti en la mesa, cuando comenté, sin mencionarte, que venía invitado a Pau a ver un partido de rugby en el puente este de San Nicolás, por lo visto el magistrado en cuestión te aprecia y comentó algo de tu vida envidiable de príncipe ruso exiliado en la costa vasca.
- Una pena no haber traído a alguien más, porque el partido ha sido de los que hace afición y el resultado de empate es algo sorprendente.
- Y no nos hemos mojado mucho, para lo que ha caído, aquí no cagan las gaviotas en la cubierta y las goteras están bien dirigidas – prosigue Majors, mientras llega a la mesa el contenido de unas conchas de peregrino con un aroma irresistible -, pero la que casi acaba en urgencias del hospital fue la magistrada, que yo tenía enfrente, al oír tu nombre ¡Saltó como si un pimiento de Gernika ardiendo le hubiera depilado la entrepierna! Luego se recompuso enseguida y la comida continuó como si nada.
- Prefiero que en esos malos ambientes no se pronuncie mi nombre para bien y que se hable siempre mal de mi, de mis enfermedades, de mis vicios, de las tonterías que he hecho... cuando hablan bien de uno, hay siempre quien oye mal las cosas o utiliza lo oído para acabar fastidiándome.
- Delante de mi, nadie va a atreverse a hablar mal de ti, ya sabes que esas cosas pueden acabar en un duelo a muerte con revólveres de western americano de la serie B.
- Baldwin ¿Pedimos la tabla de quesos locales antes del postre?
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