Todas las fases finales de las competiciones más importantes se están acercando, los nervios de los contendientes están cada vez más tensos y un calendario irregular -con exceso de partidos en los internacionales y con paréntesis forzosos en el resto de los jugadores-, parece que pasa factura sobre el estado físico de muchos. Y es humano que todos nos fijemos en quien arbitra. Al árbitro se le solía dibujar con el silbato en la espalda para destacar que el rugby requiere una aplicación de la ley de la ventaja que no ralentice el desarrollo del juego. Ahora se le puede dibujar con todas las espadas clavadas en la espalda a pesar de que en nuestro deporte el respeto por el árbitro sigue siendo la regla general. La evolución del juego y de sus reglas ha obligado a jugadores, entrenadores y árbitros a una adaptación intensa pero los árbitros de categorías superiores cuentan con medios técnicos auxiliares para su labor que en las demás categorías no existen. Y esta carencia obliga a que los propios jugadores y entrenadores sean quienes verdaderamente ayuden al árbitro y la mejor manera de ayudar es que todos evitemos convertir al árbitro en el protagonista principal del juego y en consecuencia del resultado. Todos, incluso los espectadores, debemos cooperar con el árbitro y el árbitro también debe esforzarse en mejorar sus capacidades para que el respeto sea mutuo. Además necesitamos felizmente cada vez más y mejores árbitros porque el juego sigue creciendo y los árbitros no surgen por generación espontánea sino del impulso de clubes y federaciones.
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