“Primero ganar, luego el bonus y lo que sea”. Es la tópica frase que se oye antes de cada partido. Por mucho que el equipo necesite una victoria bonificada o sacar un punto defensivo sea una buena operación con vistas a la clasificación, lo primero es la victoria. En el rugby como en la vida a veces nos olvidamos de que hay que plantearse un primer objetivo claro que nos permita dar los pasos encaminados a conseguirlo y estos pasos por su orden: hacer bien lo fácil. Si no hacemos bien lo que nos es fácil, lo que podemos hacer, es imposible abordar lo que presente un mínimo de dificultad.
Los leones, la selección española de rugby a XV, tienen varios objetivos en este momento pero la presión de los medios –más que la de la gente de este mundo oval-, se enfoca en la clasificación para el Mundial de 2015. Y me temo que este objetivo pueda hacer que, una vez más, se empiece a encargar el tejado sin siquiera preparar el suelo sobre el que empezar el edificio. Porque por un lado este objetivo exige hoy por hoy que los mismos jugadores seleccionables para el circuito mundial de seven –con otro objetivo en las Olimpiadas de 2016-, se dediquen plenamente a disputar todos los partidos clasificatorios, lo que produce dispersión y un enorme desgaste de efectivos. Por otro lado no hay detrás las tres docenas de jugadores profesionales de plantilla que, como mínimo, requiere este proyecto, salvo que la IRB, el rugby profesional francés y los patrocinadores se pongan todos a apoyarlo sin fisuras y apoyarlo tiene un coste económico. Son dos caras de la misma moneda, de una moneda de escaso peso, a la que hay que hacer subir de valor con mucho esfuerzo colectivo.
La concentración de todas las selecciones en estos días navideños es un paso adelante en el crecimiento de todo el rugby que existe en esta piel de toro, siempre que no se quede solo en “la foto”.
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