Efectos secundarios (Photo credit: Wikipedia) |
Los medicamentos suelen advertir
en sus literarios prospectos sobre los efectos negativos que se pueden derivar
de su administración, administración que busca la curación. Muchas cosas de
esta vida tienen efectos secundarios no deseados, a veces agazapados para
sorprendernos, otras veces, las menos, están advertidos por la propia vida.
Se acaba la temporada de rugby a XV,
aunque en España quedan las fases finales ligueras sin equipos guipuzcoanos, ha
arrancado la competición transfronteriza sin levantar pasiones, el seven
también ocupa a algunos equipos y… poco más. Ahora vienen tiempos de rugby de
despachos, pasillos, patrocinadores, subvenciones, agradecimientos de servicios
prestados, fichajes, vacaciones y otras tareas necesarias para que el ciclo
siga. Los aficionados locales siguen el final de las competiciones francesas y
europeas o la del Hemisferio Sur para paliar el síndrome de abstinencia.
Galtzagorri se deprime siempre
por estas fechas, pero este año se le ve más triste que otros años, desde que
descendió el Bera Bera no estaba tan “depre”. Otea el horizonte, tumbado al sol
de la Zurriola, y se le escapa un suspiro tras otro.
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¿Qué te pasa hombre? -Murray, que lo observa a
su lado, mientras espía a las primeras e inalcanzables bañistas solares del
barrio- ¡Si tienes las mejores entradas para ver con tu mujer la final del Top
14 en Barcelona! ¡Menudo plan!
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No es eso. A base de cuidarnos tan bien, parece
que me ha subido el colesterol hasta límites inconcebibles -Murray se acuerda
de sus análisis tantas veces aplazados-, y el médico me ha recetado unas
pastillas… pastillas que producen un efecto secundario evidente: adiós
fogosidad en el rugby del amor, ni melés ni nada (suspiro).
El rugby también tiene efectos
secundarios no deseados, como producir esta columna cada semana.
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