El vestuario está recién fregado, ese olor a lejía que
desaparecerá en cuanto un par de docenas de deportistas, algunos ya han
cumplido más de cuatro décadas de edad, empiece a prepararse para un partido de
rugby amistoso –lo que se conoce por una “pachanga”, esta vez toca que nos visiten
nuestros mejores enemigos de Bilbao.
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No me gustan los palcos ni en el rugby –comenta Manu
Majors sacando infinitos vendajes de su elegante bolsa de deportes-, pero si
los donostiarras queréis ver las finales europeas de 2018 en la capital mundial
de Euskadi, creo que os puedo conseguir billetes, aunque sea de palco…
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¡Hombre, Ramsés de Larreategui ha llegado! –le saluda
Galtzagorri que se está perfumando de aceitoso linimento en un rincón- Ya me
alegro de que se pueda ver tanto rugby en nuestro San Mamés nuevo, “lo que es
bueno para la capital es bueno para el reino” que dijo otro de Bilbao, pero en
la internacional Donostia no tenemos prejuicios para compartir con la
aristocracia que fue, así que bienvenidas sean esas entradas.
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Además en cuanto os vuelvan a dar otras
olimpiadas en Donostia –el rugbier bilbaíno siempre está dispuesto a entrar en
materia-, podéis hacer un nuevo estadio con pistas de atletismo en Txillida Leku o así, para que sirva para
algo cultural por una vez, luego las destruís como os gusta, por aquello de
bien administrar el dinero público.
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Calla, que en Txillida Leku pueden ir las
pruebas del concurso completo de equitación –interviene el Barón de la Florida
que estrena casco nuevo con colores de ikurriña-, o un nuevo campo de golf y
así se puede aprovechar, ya que a nadie de los de los palcos le importa ese
legado.
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Acabará convertido
en un campo de fútbol, como todo –Majors ya ha acabado de “momificarse” para
salir a la cancha-, y además de hierba artificial. Eso sí, se seguirá llamando
Txillida, que Eduardo jugó al fútbol y hay que ser respetuoso con lo que hizo
de importante por este pequeño país.
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