Aristide Labarthe, toda una vida
dedicada a la enseñanza, no es rico precisamente, así que, cuando el otro día
en Donostia su amigo Galtzagorri le propuso coger un taxi para ir a comer a una
taberna que no está en las estrellas neumáticas sino en Igeldo, puso lo que se
llama una cara de circunstancias.
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Ya pago yo la carrera –le dijo el donostiarra
comprensivo-, que he cobrado la herencia de mi tío el industrial.
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¿El traficante de armas? – inocentemente inquirió
el lapurtarra-.
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No, el industrial armero – precisó el heredero-,
no existen traficantes de armas en Euskadi, solo industriales armeros pero… ¿Qué
decías de la sicología del pilier?
Aristide Labarthe era conocido
como Hakuhó, por el nombre de un famoso luchador de sumo, cuando estaba más en
activo como jugador de rugby. Actualmente Aristide está bastante estilizado y
solo su oreja izquierda conserva un pequeño recuerdo de su paso por el puesto
de primera línea.
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Para un pilier el partido no comienza cuando se
pita la primera melé, como algunos pretenden, sino cuando se empieza a pensar
en ese partido, precisamente en ese partido con ese pilier de enfrente, cuando
estás practicando, intentando perfeccionar cada movimiento, entrenando la
coordinación con el medio de melé y los otros siete delanteros. Luego cuando el árbitro ordena la primera melé
y te enganchas al talonador, separado de tu oponente y empieza la pelea visual
entre los dos, la intimidación, donde tienes que sacar toda la fuerza de tu
estado mental en tus ojos en el breve plazo que el árbitro da hasta que las
primeras líneas se traban y se ordena el empuje, entonces es cuando tienes la
certeza de que has preparado bien o no precisamente ese partido. Y ya no sabes
nada de nadie, dejas que tu cuerpo te lleve con todos sus automatismos.
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