- El rugby permite
hacerse hombres a los niños y permite que los hombres sigan siendo
niños, escribió Rives hace tiempo – Aristide Labarthe comenta en
el mercado a Imanol Hiruntchiverry -, pero es que los niños pueden
ser muy malas personas individualmente y en grupo.
- Hay quien cree en
la bondad natural del hombre, que al niño le hace malo el entorno
familiar – Hiruntchiverry está seleccionando verduras en un puesto
al mismo tiempo que habla-, que lo que se le transmite o se le deja
de transmitir es lo que explica su mal comportamiento.
- No sé si hay
alguna verdad absoluta en todo eso -Labarthe observa la actividad de
su amigo que ha conseguido fijar la atención de la titular del
puesto y de dos de sus empleadas-, quizá todos el mundo tenga un
poco de razón pero últimamente hay comportamientos en el rugby,
tanto en la cancha como fuera, que se pueden calificar de infantiles
en plan suave o de delitos, en otro plan.
- El otro día un
dirigente de un club, al que le hice un comentario amistoso sobre la
situación que están atravesando, me dijo que me comiera los valores
del rugby en ensalada, que los valores del rugby siempre han estado
para saltárselos.
- Es lo que hay, a
los jugadores en activo es muy fácil juzgarlos y condenarlos cuando
les ha cogido la televisión o internet con las manos en la masa –
Aristide se mete dos dedos en los ojos a modo de tenedor, al
decirlo-, que a los directivos que meten las manos en la masa a la
mínima oportunidad -esto lo dice haciendo la posición del egipcio
con la mano derecha-, o que usan del rugby para maniobras financieras
y políticas inexplicables pues lo de los valores del rugby se lo
limpiaron con el último barro que se quitaron de los tacos de las
botas.
- Se me caen los
calzones al suelo ¡En el rugby, no hagas lo que hago sino haz lo que
digo! -dice Hiruntchiverry metiendo los últimos calabacines que ha
escogido en la bolsa-.
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