La cafetería
hospitalaria es poco más confortable que una sala de autopsias, solo
un poco más, quizá sea el ácido aroma a lata de salsa de tomate
demasiado tiempo abierta lo que le da el toque diferencial. Esperando
que las infusiones dejen de hervir en sus tazas, hay unos hombres que
están agotando su provisión de pañuelos de papel en unas mesas del
fondo. Uno de ellos comenta:
- ¡Si el domingo
estaba estupendamente!
- Pero el karramarro
debía de estar escondido bajo alguna piedra – Galtzagorri no
oculta sus ojos en lágrimas-, y ha salido de repente a cogerlo todo
¿Sabéis qué me ha dicho? Que esto de morirse solo le pasa a los
buenos… y que lo del Gran Slam de Irlanda en el Torneo ya está
hecho, que los ingleses están deprimidos.
- ¡Qué cabrón! -
dice el Marqués de Altamira-. A mi me ha dicho que Inglaterra va a
arruinarles San Patricio a los irlandeses y a dejarlos sin Gran Slam.
- A mi me ha
musitado algo de que el pan francés es pan comido para los galeses.
Después de decir
esto, el Barón de la Florida se da cuenta de que una lágrima le
cuelga de la nariz y, sin fuerzas para evitarlo, la deja caer en la
taza humeante.
- El tiempo de juego
ya se ha acabado para Murray – Galtzagorri habla entrecortadamente,
con una voz tenue y mirando hacia un horizonte inexistente entre las
paredes de color indefinible-, y en cuanto pierda la posesión del
balón, se acaba el partido, se acaba el partido...
La repetición de la
frase se queda encima de la mesa, bailando lentamente en los vapores
que ascienden y desaparecen. Al cabo de un rato, Galtzagorri
concluye:
- Y no hay tercer
tiempo.
- A Javier: in memoriam -
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