- Vosotros, los de rugby, sois un poco raritos - dice el cántabro, sirviendo la ronda de la espuela -, aquí todos juntos, después de haberos sacudido de lo lindo, discutiendo acaloradamente sobre ficción y no ficción en las novelas de Atxaga, de Arámburu, de Raúl Guerra… es para pellizcarse y despertarse, no lo he visto jamás entre la gente del fútbol.
- Lo que pasa es que al fútbol se juega con los pies -contesta Galtzagorri, señalando la foto dedicada de Ronaldo bizarramente dispuesta junto a la de la plantilla del Athlétic de Bilbao -, y al rugby se juega con la cabeza.
La “boutade” de Galtzagorri ha sido oída por el resto del grupo, que interrumpe la tertulia dividida.
- A éste no le hagas caso que jugaba de talonador - dice el Marqués de Altamira apoyando la mano en la coronilla benedictina de su amigo -, y ha empleado tanto la cabeza que no le queda una neurona en su sitio. El rugby cada vez se parece más al fútbol pero aún conserva, incluso el rugby profesional, ciertos principios esenciales y cierto elitismo…
- Una especie de bisontes con valores -dice Emma Ileurdiñ que también tiene un ojo morado -, que se embisten entre ellos pero que se creen unos nobles caballeros de una tabla redonda y que pueden mirar por encima del hombro a los pateadores de cuero plastificado.
Galtzagorri está haciendo muecas de incomprensión y solo dice:
- Hace falta cabeza, mucha cabeza
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