- Hacer lo que te
gusta y que ademas te paguen por ello es lo mejor del mundo – dice
el Marqués de Altamira mientras el grupo pasa cerca del St. Anne’s
College, un poco despistados, camino del Parque de la Universidad de
Oxford -, pero creo que en el deporte se abusa mucho de quienes
voluntariamente ayudan a los equipos y no se les paga, incluso cuando
hay medios para ello.
- Pero si se les
paga hay que cumplir con las obligaciones legales – explica el
Barón de la Florida, que se ha puesto la elegante corbata con los
escudos de St. John’s College, pero que no acaba de entender las
explicaciones que le da el smartphone para coger la buena dirección
-, porque se pasa a una situación de contrato de trabajo.
- En el rugby nos
movemos siempre entre deseos y realidades – Galtzagorri y su mujer Coro llevan una especie de boinas con un escudo de leones
famélicos amarillos sobre fondo rojo -, se quiere profesionalidad a
coste cero pero cuando uno es voluntario y trabaja sin cobrar, pero
al lado tiene quien cobra por hacer lo mismo o menos, pues se siente
estafado y no entiende de leyes ni de nada, quiere que se le pague
lógicamente.
- Es que la
ambigüedad genera que los listos saquen provecho y a los demás de
les tome por tontos -interviene Lola, la Marquesa de Altamira, que no
ha encontrado nada que le gustase en la tienda de souvenirs -, lo
que yo no soporto es que todo abuso siempre tiene una justificación
y no hay que menear las cosas porque dejan de funcionar.
- Eso es también
uno de los valores del rugby – resignadamente añade el Marqués -.
Bajo la llovizna el
grupo llega al gran parque donde se han marcado diversos terrenos,
unos de rugby y otros de varios deportes, alguno aburridamente
británico digan lo que digan los profesores de inglés.
Puntualmente, los amigos insulares que hicieron en el tercer tiempo
después del test-match de la víspera ya han preparado lo necesario
para la pachanga matutina, incluso las cervezas.
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