El enfrentamiento entre el Spyro Bera Bera y el Kitmar Ordizia atrajo numeroso público a Anoeta y el comportamiento de los jugadores, aunque se emplearon con intensidad, fue casi siempre ejemplar. Una expulsión temporal y un breve ajuste de cuentas que no motivó sanción alguna fueron los únicos hechos relevantes en el aspecto disciplinario. Sin embargo, la imagen de juego violento sigue persiguiendo a nuestro deporte. La violencia humana está en todas partes: en las familias con las mujeres como víctimas en mayor número, en la carretera con las cifras de muertos y heridos que nos empeñamos en calificar de accidentales, en el trabajo con los accidentes laborales y el acoso, en las aulas repetidamente, en la política, en los medios de comunicación –especialmente la verbal en la radio-,y en los estadios deportivos retransmitida una y otra vez a todas las audiencias, violencia en mayor o menor grado pero violencia al fin y al cabo. Y esta situación genera una cierta cultura de violencia. Y precisamente el rugby puede educarnos en una cultura distinta: "El Rugby rescata los valores humanos naturales del deportista, en tiempos donde los chicos se crían frente a un tubo catódico televisivo o de una computadora, y necesitan obtener un equilibrio físico y mental. Es un deporte que educa y forma, que cultiva el respeto al contrario, el respeto al compañero y el respeto a la autoridad, además de la lealtad y la solidaridad." -Luis Gradin ex jugador y técnico de Los Pumas- Por eso desde el rugby tenemos que fomentar estos otros valores humanos naturales, porque no somos ángeles ni bestias sino personas. Y los espectadores que vienen a nuestros estadios son también personas y si viven –el rugby no se vé, se vive-, partidos como el del sábado, seguirán viniendo.
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