El que conocí cuando ambos teníamos ocho años de edad, el que estudió conmigo en la sección de letras del colegio de los Jesuitas, el que estudiaba Derecho en
Nuestras diferentes concepciones del mundo y de la vida nos habían apartado hasta culminar en mi salida del despacho que fundamos y en el que yo ya no me reconocía. De aquella ruptura liberadora –el tiempo del dolor acosador fue anterior-, surgió un proyecto actual preñado de esperanza.
Ahora quiero emocionarme y quiero que recordemos al que en aquel tiempo sólo era un obseso de la justicia entre los hombres, un ávido de utopías, un hombre.
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