miércoles, 29 de octubre de 2008

EUTANASIA DE UN RUGBIER

La noticia de la muerte en Suiza de Daniel -un joven inglés de 22 años que había quedado paralítico de cuello para abajo en un accidente de rugby-, nos ha golpeado en lo más profundo de nuestro ser de rugbiers.

Todos conocemos casos, y algunos muy cercanos, de accidentes similares en nuestro deporte con secuelas permanentes para quienes los han sufrido. Ya sé que estadísticamente –siempre que nos fiemos de las estadísticas-, nuestro deporte sale mejor parado que otros deportes, injustamente con mejor imagen, al respecto. Pero no podemos negar lo evidente: la práctica del deporte genera riesgos específicos que se transforman en siniestros inevitablemente en algún momento.

Por ello, desde el primer contacto con la pelota oval tenemos que responsabilizarnos de formar en todos los valores del rugby, incluyendo en ellos la propia salud del practicante. Se pueden evitar muchas lesiones, por ejemplo, con el dominio de la técnica del placaje para evitar golpear con la cabeza en el muslo del portador del balón o de las caídas para evitar posiciones forzadas del cuello o de las entradas en melé. Cuanto antes el principiante sea consciente del riesgo y aprenda a reaccionar instintivamente ante su aparición, mejor jugador de rugby será. No vamos a evitar el accidente, humanamente es imposible.

Sin embargo rugbiers impedidos para la práctica de su pasión, algunos también inmovilizados, siguen difundiendo su práctica porque el rugby es vida. Aunque respetemos la forma en que Daniel abandonó esta cancha para siempre.

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