Cuando un aficionado o aficionada de rugby mea donde no debe, tiene que ser sancionado lógicamente pero, como lo de orinar en cualquier esquina forma parte de la cultura universal y alcanza su zenith local en época de sidrerías, los miembros de nuestros cuerpos policiales suelen dejar hacer, mientras no se les moje a ellos. Creo que estas conductas sí deberían ser más vigiladas todos los días.
Pero el comportamiento infantil de los seguidores del rugby no merece normalmente una detención, una llave de judo, un golpe que se escapa y unas esposas, con la consiguiente acusación de atentado a agente de la autoridad, juicio rápido y condena con la sola palabra de la policía como prueba de cargo.
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