Lo
mejor del año es algo que depende del criterio subjetivo de cada uno y este año
ha estado lleno de partidos, de jugadas o de gestos que dentro y fuera de la
cancha que se pueden merecer estar en una lista elaborada al efecto.
Quiero
recordar una jugada que ha dado origen al mejor gesto del año en el rugby: Sam
Warburton, capitán de la selección del País de Gales, placó a Vincent Clerc, ala de la francesa,
apenas a los 20 minutos de empezar la
semifinal de la Copa del Mundo, como consecuencia de la jugada el francés fue
levantado violentamente un metro del suelo y seguidamente soltado en el aire –lo
que se llama una catedral-, y el árbitro Alain Rolland, aplicando literalmente
la regla disciplinaria, expulsó con tarjeta
roja directa al jugador galés. Para muchos esta expulsión modificó el resultado
del partido y privó a Gales de disputar la final que merecían más que los
galos.
Aunque
los pateadores galeses fueron quienes a base de fallar lo indecible los que
eliminaron a su equipo en realidad, se hablará durante mucho tiempo de esta
decisión arbitral.
Pero el
joven capitán no ha vuelto hablar de
ello más que para defender la decisión que tomó el árbitro y desde el primer
instante, en el calor de la competición, aceptó la sanción con todo el espíritu
deportivo que el rugby contiene, dando una lección a todos los millones de
personas de todas las edades y condición que estábamos viendo por televisión su cara descompuesta. Ni un mal
gesto hacia nadie, abatimiento en su cara, aceptación de la decisión por el
propio afectado y por sus compañeros de equipo. Esto es, rugby en su máxima
expresión.
Últimamente
los príncipes en general y algunos en especial no suelen ser buenos ejemplos
para nada –muchos reyes del balón redondo tampoco-, así que el rugby puede
sentirse orgulloso de este príncipe de Gales.
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