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La legislación laboral es
también un tratado de paz en la lucha de clases, lo que parece que algunos
olvidan todos los días. Lo olvidan porque han conseguido prostituir la
democracia parlamentaria y alejarla de las clases populares, así que no les
importa romper ese acuerdo social que permitió ir construyendo Europa desde el
final del siglo XVIII pasando por guerras, revoluciones, terrorismo etcª. Ahora han decidido que es menos costoso el Estado de
Malestar y que hay que progresar rápidamente hacia el siglo XIX, sin darse
cuenta –no leen a Krugman y han borrado a Samuelson de sus mentes ya que no son
siquiera liberales de la escuela de Chicago sino del General O’Donnell-, de que
el comunismo y el anarquismo fueron suspendidos por la historia gracias también
a ese ordenamiento jurídico laboral que les ha protegido en sus urbanizaciones
privadas. Romper las reglas del juego e imponer la orientalización de las
condiciones laborales occidentales es abrir una caja de Pandora en tiempos de
redes sociales mucho más presentes que las que Marx o Bakunin –tendrán que
hacer una lectura acelerada de sus diagnósticos-, soñaran en tiempos de la Iª
Internacional. Cada vez que oigo –todas las mañanas en la radio-, lo que la
oligarquía especuladora y financiera desde Berlín impone a las clases populares
europeas, oigo la voz de Casandra advirtiéndole de la herencia siniestra que va
a dejar a las futuras generaciones pero la oligarquía es sorda por naturaleza.
El
precio de la energía derivada de los combustibles fósiles, la codicia
desvergonzada de todos los agentes financieros, la impunidad fomentada de los
estafadores de la vivienda y el lógico final de un ciclo expansivo se sumaron
en la tormenta perfecta que ha hundido los barquichuelos de las economías
nacionales… ninguno de estos elementos tiene algo que ver con el Derecho
Laboral y, sin embargo, antes de empezar de verdad el camino hacia las energías
renovables, sin retocar siquiera el orden financiero internacional y menos
poner en marcha un plan con el fin de dar un techo digno a los ciudadanos que
son sus congéneres además de ser tanto costes como ventas o clientes en la
cuenta de explotación, los poderes fácticos han dispuesto pasarse por la piedra
de moler a la fiel infantería.
Y
el pueblo en vez de agradecer este tratamiento se refugia en la abstención
política en vísperas de afiliarse al fascismo de nuevo cuño o a la acracia que
más marcha le dé o quizá un fantasma vuelva a recorrer Europa que en cierto
modo le puede añorar.
En
el country club no se oye ruido alguno de lo que está pasando en los barrios
pero en su biblioteca se agotan los libros de autoayuda, nunca es tarde para aprender
a negociar con los indignados tipo win-win o para adquirir el look de
capitalista de rostro humano o ser líder de masas o cirujano especialista en
prótesis mamarias mentales… total al final siempre ganamos los mismos –que dice
el Presidente de la Junta Directiva- que para eso nuestros padres encargaron
una guerra civil a aquel general gallego tan simpático cuando las cosas se
pusieron también un poco feas.
Así
que todo es un “deja vu” y las ratas de la pesadilla no tienen miedo de que les
corten siquiera la cola.
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