Français : Florian Fritz à l'entrainement. Lionel Beauxis en fond (Photo credit: Wikipedia) |
Un monólogo del Marqués de Altamira por teléfono una estas
noches:
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La imagen
de la semana pasada en el rugby mundial ha sido la de Florian Fritz entrando a
jugar de nuevo, tras una evidente conmoción cerebral, con la cara machacada por
el rodillazo accidental que le había hecho perder el sentido. Esta conmoción
cerebral ha sido confirmada posteriormente de forma reiterada. Una escena
previa fue retransmitida mundialmente, la
del manager deportivo del Stade Toulousain, Guy Novés, entrando con prisas al
vestuario para sacarlo antes de que venciesen los 15 minutos de su sustitución
temporal y así evitar que esta se convirtiese en definitiva.
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Había muchos intereses en juego en el partido de
eliminatoria para la semifinal del Top 14 y los intereses, sobre todo de un
entrenador histórico en su fin de ciclo, pesaron más que la salud del jugador
¿Dónde estaban los valores del rugby? En el retrete al fondo del vestuario,
supongo ¿Dónde el juramento de Hipócrates de los médicos del equipo? Haciendo
de tapón en el retrete para que no salieran los valores deportivos.
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Se podrá decir –ya se ha dicho-, que todos hemos
seguido jugando alguna vez después de una conmoción cerebral. Éramos jóvenes, no sabíamos y era “otro”
rugby.
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La IRB precisamente ha marcado como un objetivo
de este año la atención a la conmoción cerebral y ha publicado unas normas, un
protocolo de actuación, que ordena tajantemente que el jugador con “sospecha”
de haber padecido una conmoción cerebral no puede regresar al terreno de juego ese
día y una serie de reglas para su retorno progresivo y controlado a la vida
deportiva si no presenta secuelas.
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Algo está podrido en el país de Ovalia y este
cuarto de hora maldito del pasado viernes es un síntoma más.
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