The coastline of Biarritz (Photo credit: Wikipedia) |
Imanol Hiruntchiverry, el veterano rugbier vasco, suele
hacer la compra en Les Halles, el mercado de Biarritz. Aparca la moto enfrente
del bistró en el que más tarde tomará el aperitivo y con la bolsa de la compra
deambula, mientras saluda a unos y otros, ente los puestos. El mercado de
Biarritz tiene algo de escenario teatral, con su decorado y atrezo incluidos, y
detrás de los puestos, los uniformados carniceros, los inmaculados vendedores
de queso, las verduleras –que en días especiales el ballet Oldarra parece que
les ha prestado su vestuario-, y demás comerciantes parecen reclamar una banda
sonora de Francis López.
Completa el cuadro el edificio de la pescadería, donde las
ostras y el vino blanco roban protagonismo al bacalao y demás peces que posan,
sin embargo, con toda naturalidad para el objetivo de los turistas.
No es obligatorio llevar el caniche, recién sacado de la
peluquería, en el bolso, esto lo hacen los residentes británicos para aparentar
que son de Biarritz de toda la vida, y además Hiruntchiverry no tiene caniche,
hoy tiene, como todos los seguidores del BO, el ceño fruncido y pocas ganas de
comer jamón de Bayona –en el mercado de Biarritz se vende jamón de Bayona se
cure donde se cure-, pero, después de los rituales saludos que educadamente se
prodigan unos y otros de los actores y figurantes, los comentarios sobre la
fusión entre el Olympique y el Aviron se repiten de un rincón a otro.
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Las cuentas de explotación obligan. La
aritmética es tozuda, ingresos menos gastos igual a resultados –dice el pescadero
saliendo del armario frigorífico-, y en el deporte profesional hay que dotarse
de medios financieros que permitan crecer, si no se crece el negocio se muere,
se lo llevarán otros.
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Haciendo una filial de ambos equipos, una filial
distinta de las dos entidades, éstas se pueden mantener –interviene un
hostelero que nunca entró en el armario-, y mantener la rivalidad en el nivel
amateur siendo un solo equipo vasco en el nivel profesional.
Las emociones de los seguidores son difícilmente compatibles
con la voluntad de quienes han escrito el guión de este drama –piensa Hiruntchiverry
en el mostrador en que consume su aperitivo-, esperemos que al final solo se
muera el apuntador.
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