Páramos de las faldas del Chimborazo, Ecuador, mostrando severa erosión eólica y sobrepastoreo (Photo credit: Wikipedia) |
En
este 2016 que nos ha llegado, culturalmente hablando, después de 2015, echamos
de menos un poco de cultura rugbística que incluso hubiera podido ser un puente
entre las dos capitales culturales europeas, ya que ambas cuentan con equipos
de este deporte tan unido desde su nacimiento a la educación y que ha
conformado en torno a él una cierta idea de cultura en base a los valores que
sus practicantes proclaman.
Sin
embargo, esta semana pasada ha sido una semana negra para el rugby en general y
para el rugby como herramienta educativa gracias a la difusión de la petición
de unos médicos británicos de que los escolares jueguen al rugby sin placajes y
sin melés. Esta opinión, contestada inmediatamente en el Reino Unido por opiniones médicas
contrarias a la misma, tiene su fundamento en las lesiones que la práctica de
este deporte acarrea.
Este deporte es un
deporte de contacto incluso a nivel infantil e incorpora el dolor en su
desarrollo normal desde su primera práctica y no lo ocultamos. El rugby no
busca lesionar al contrario pero la disputa del balón oval conlleva el riesgo
de que los contendientes se lesionen y quienes se inician en este deporte van a
aprenderlo rápido y a la vez que aprenden sacrificio, respeto, colaboración, honestidad, solidaridad, fidelidad, amistad,
compañerismo, humildad… entre colegas de distintas características fisiológicas
sin discriminación, ya que en el rugby hay un puesto para cada uno.
La redacción del texto que daba a conocer la susodicha
opinión en el mercado español de contenidos ha puesto en descubierto, sobre
todo, la incultura de quien fue el autor
de la misma pero lo de la incultura es ya inevitable en este 2016 que nos ha
llegado, culturalmente hablando, justo antes del 2017.
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