English: St Patrick's Cathedral - Irish Nationalist Leader Daniel O'Connell Statue (Photo credit: Wikipedia) |
Bajo la lluvia constante, a la
luz insuficiente de los focos, el pelotón de jugadores empieza el entrenamiento
con unas aburridas vueltas al terreno, marcando con sus crampones los confusos
canales por las que el agua omnipresente busca su salida inútilmente. Los
rezagados se van incorporando al grupo, recibidos con las chanzas de los que ya
están sudorosos. Al pasar cerca del vestuario, el grupo, envuelto en la neblina
de todos los alientos, coincide con la salida de dos personas también en “traje
de faena”: el entrenador y el capitán.
El capitán ha estado un tiempo
apartado del equipo, sin poder calzarse las botas de tacos por una lesión,
quizá más grave de lo que se esperaba. Menos al entrenador su presencia ha
cogido a todos por sorpresa. Así que el entrenamiento se convierte en un caos
de abrazos, exclamaciones y risas hasta que el entrenador organiza los primeros
ejercicios colectivos con los balones ovales que va distribuyendo, mientras el
capitán efectúa un breve calentamiento. En realidad su participación a lo largo
de la sesión va a oscilar entre lo testimonial en lo físico y el liderazgo en
lo mental, pero las melés, las touches,
los mauls, los cruces, las patadas a seguir… fluyen hoy con una intensidad
distinta de la que ha habido las semanas precedentes, incluso cuando el capitán
visitaba la banda del terreno, y lo hacía frecuentemente, durante su
recuperación.
Hay otros lesionados en el equipo
que no pueden siquiera estar en la cancha, un barrizal según avanza el tiempo,
pero el grupo colma su ausencia sin esfuerzo. El entrenador respira con
optimismo para el próximo partido, le pondrá en el banquillo y hará salir al
capitán en los minutos finales con la esperanza de acabar con la mala racha en
la competición.
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