En la radio sonaba
el preludio del segundo acto de “El caserío”, la lírica de la
música de Guridi contrastaba con el atasco de vehículos bajo
cortinas de lluvia en un paisaje vasco de polígonos industriales,
vías de ferrocarril, carreteras de señalización confusa y río con
la mala intención de desbordarse que acostumbra. Galtzagorri se
dirigía a su trabajo con la conducción defensiva de todas las
mañanas, esquivando a los repartidores que escriben cada día nuevas
normas de tráfico con sus furgonetas. Y el “manos libres” le
trajo la primera llamada:
- Esto parece
Limmerick de nuevo ¿Querías primavera? - El Barón de la Florida
disfruta de las vacaciones escolares sin tener que acudir a pastorear
adolescentes y debe de haber leído ya el periódico-, ¿Te vienes a
Sant Boi?
- Estamos en
primavera, primavera vasca pero primavera y no puedo ir a Sant Boi
como sabes de sobra -todo dicho sin acritud mientras Galtzagorri
observaba si las manchas del salpicadero eran hongos o no- ¿Crees
que los chicos podrán traer algo positivo?
- Cosas más
difíciles han hecho y yo apuesto a su favor si sabemos gestionar el
banquillo.
Intercambiadas las
banalidades inevitables, la música volvía a sonar, un coro femenino
se lamentaba de la triste biografía de una doncella pero la segunda
llamada mató sin piedad los acordes que se elevaban a pesar de las
gotas de lluvia que formaban torrentes sobre el parabrisas.
- Llueve como en
Cork ¿No? ¿Te acuerdas? -El ruido de los tornos como banda sonora a
la voz del Marqués de Altamira indica que la jornada laboral ya ha
comenzado- ¿El domingo después del partido os quedareis tu mujer y
tú a comer en Ordizia?
- Neopreno, echo de
menos mi neopreno para salir de casa -La flotabilidad del coche
parece ponerse a prueba a la entrada de Donostia y Galtzagorri se
resigna a llegar tarde-. Esperemos que los del Ampo no se dejen
sorprender por esos catalanes y los dejen atrás de una vez ¡Que son
muy flojos!
- No va a haber
sorpresas ¿Entonces lo de costumbre para menú?
Cuando la
conversación se acaba, dentro del parking no se oye la radio,
Galtzagorri entona desafinadamente el coro de los esclavos de
Nabucco, deja el coche bajo una luz verde y sale resbalando hacia su
puesto de combate o de trabajo, que viene a ser lo mismo.
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