El
ambulatorio de Gros, al que, como su nombre indica, se puede ir
andando y está en en el barrio donostiarra que fue un arenal
propiedad privada de aquella
familia de
origen francés,
es un funcional edificio -no sé si catalogado en alguna de esas
listas de monumentos arquitectónicos que nos sorprenden de vez en
cuando rellenando los huecos que quedan en las maquetas de los
periódicos-, que provoca un flujo de encuentros en sus alrededores.
-
¿Tú también al taller? -Pregunta Galtzagorri a Murray, al
tropezarse ambos en la puerta- ¿Ya
has pasado la ITV?
-
No es por mí, es por el chaval -El adolescente ensimismado en su
libro electrónico apenas, desde sus dos metros de altura de
prometedor segunda línea,
dirige una mirada que quiere ser un cordial saludo al amigo de su
padre-, que anda a vueltas con su asma de nuevo.
-
¡Pues nada, a cuidar ese asma que así podrás ganar el Tour un año
de éstos!
Murray
visiblemente enfadado se lleva a un lado a su interlocutor lejos del
ávido lector y susurra.
-
No fastidies, que lo pasa mal
y solo a base de tratamiento puede seguir entrenando y jugando.
-
Pero
si se cura del todo luego no podrá ser un deportista de élite, hay
que tener por lo menos una enfermedad crónica para poder justificar
las “pociones mágicas” en los controles.
-
Si mi hijo se tiene que drogar para jugar al
rugby,
espero que deje de jugar. Lo hemos educado para algo -Galtzagorri
tiene ganas de tragarse sus palabras y
resiste mal la mirada de Murray-, y el profesionalismo a ese precio
creo que ya sabe que no es su futuro.
-
Perdona, perdón de todo corazón, confío en que mis hijos también
tengan las ideas claras, aunque los jóvenes no evalúan los riesgos
que corren con la reflexión necesaria. Pero cuando te quieren hacer
creer todos los días que los positivos de algunos son consecuencia
de tratamientos médicos de
situaciones que provocarían una incapacidad laboral hasta en un
trabajador autónomo pues piensas, con mentalidad de abogado, que
llevar en el bolsillo un certificado médico de enfermo es una baza
para mejorar tu ficha.
Un
par de aperitivos más tarde por las cercanías del ambulatorio,
Murray y Galtzagorri se habían olvidado de la tensión, el chaval
seguía
leyendo aventuras de espadas, brujerías y dragones.
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