La
cara de Iñigo retrata su vida, aunque le hayamos calificado muchas
veces de “Cónsul Honorario de Donostia en Tonga”, su cara no es
la de un miembro de ese ilustre cuerpo de ciudadanos que representan
sus origen en sitios a donde no llega el Cuerpo Diplomático. Los
vientos del Pacífico, los duros frutos del tiempo que ha tenido que
comer para sobrevivir después de tantos naufragios, han pasado
factura a aquel incansable “flanker” que partió un día en
velero hacia una Australia a la que nunca llegó pues un islote de
Tonga detuvo el rumbo de la embarcación inesperadamente -como esas
columnas de párking que no avisan de sus maniobras para regocijo de
los carroceros-.
El
rugby e Internet nos han mantenido en contacto hasta que regresó y
ahora ejerce a la inversa de “Cónsul Honorario de Tonga en
Donostia”, siempre con algo que contar, en una mezcla de sueños y
de leyendas, pintando paisajes de vegetación de color verde
imposible sobre playas de coral que van desapareciendo en el mar azul
que las acabará por engullir mientras sus habitantes juegan al
rugby desde que se desprenden del cordón umbilical.
El
rugby en Tonga es el mejor medio de buscar la vida más allá del
horizonte, el profesionalismo ha hecho que este juego se haya
convertido en la solución a la falta de futuro en las islas. Los
ojeadores de los clubes no están de vacaciones por allí, así que
ahora lo que hay en ese reino feudal es la siempre dolorosa
emigración de los mejores jóvenes con todas las consecuencias que
se derivan de ello, la buena del dinero para unos, las malas para las
familias y para los “juguetes rotos” en que acaban convirtiéndose
otros.
Las
“Aguilas del Mar” nos van a visitar en Anoeta dentro de unos días
e Iñigo flota entre Monpas y el Peine de los Vientos, recordando a
su hijo, al que llevó niño en su singladura, y a sus nietos, ya
tonganos, que son ahora los herederos de aquel consulado honorario de
Donostia en medio de la mar pacífica y también emocionado, con la
incomodidad inevitable de quien no pertenece ya enteramente a ningún
sitio, por vivir un poco de Tonga de nuevo.
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