El
lunes de Pentecostés es fiesta en la laica República Francesa, un
lunes soleado que permite tomar el aperitivo en una de las terrazas
de las elegantes tabernas del Barrio del Mercado, Les Halles, en
Biarritz y allí el matrimonio Labarthe se encuentra con el
matrimonio Hiruntchiverry, después de los besuqueos mutuos y ajenos
-hasta el patrón y un camarero saludaron a la biarrota a los
presentes-, para compartir algo de picoteo y de charla.
-
¿Qué te pareció el partido de la final de ayer? Un día de éstos
va a haber un muerto sobre el terreno -dice Imanol Hiruntchiverry
entrando en materia-, ¡Qué choques! ¡Qué brutalidad!
- Al
ritmo que evoluciona el rugby, vendrá el día en que no nos
conmoverá ver a todos esos mocetones tumbados en el suelo -contesta
Labarthe en el mismo sentido-, desmadejados, la luz apagada por más
de cien kilos de masa muscular lanzada a toda máquina para romper
todo ¿Para qué eliminar a un defensor con un pase si se tiene la
fuerza para dejarlo sentado solo con entrarle al esternón de frente?
-
Entre las semifinales y la final del Top 14 ha habido una docena de
conmociones cerebrales – Amaia Hiruntchiverry añade-, y no se ve a
nadie repeler con la mano un placaje… al contrario se va a por el
cuerpo del defensor como un toro ya toreado va a coger a un
maletilla.
-
¿Qué madre va a querer llevar a sus hijos a jugar al rugby? -
Heléne Labarthe interviene-, Eso no es ya nuestro rugby, se está
jugando con la salud de esos chicos y se ha cogido un camino que
conduce al desastre.
La
llegada de las croquetas para acompañar a las cervezas que han ido
cayendo, como acreditan los vasos que brillan al sol sobre la mesa,
provoca una breve melé espontánea que acaba cuando Amaia se ha
hecho con la más grande y, mientras se enfría, precisa:
- El
caso es que cada vez más jugadores profesionales se retiran jóvenes
por secuelas de conmociones repetidas y los clubes tienen cada vez
más demandas de indemnizaciones por los daños que causan las prisas
en amortizar lo que pagan, haciendo reaparecer a los lesionados.
-
¿Te acuerdas cuando aquel talonador catalán dejó sin sentido a
Galtzagorri nada más empezar el partido, le dimos agua milagrosa con
la esponja en la cara y jugó el resto del encuentro como si tal
cosa? -Aristide recuerda una batallita de abuelo- ¡Luego ni se
acordaba que había jugado! ¡Y jugó uno de los mejores partidos de
su vida!
-
¡Así tiene el cerebro, más amortizado que el hígado!
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