- El que era
boxeador era el abuelo, el hijo el que jugaba al rugby -Galtzagorri
explica con paciencia, es evidente que lo hace todos los fines de
semana, el árbol genealógico de la taberna donostiarra a una
elegante señora, prácticamente centenaria, que come una gamba con
gabardina con avidez protegida por el corpachón de su hijo-, y el
nieto es el que entra y sale de la cocina, por eso no te ha saludado,
porque no te conoce de nada…
- Está cojonuda
-dice la señora, sin inmutarse-, las gambas hacen como las hacía la
amoña, verdaderamente cojonudas.
- ¡Amá! Ese
vocabulario.
La llegada del Barón
de la Florida y del Marqués de Altamira, abriéndose paso a duras
penas en el ruck que forman los parroquianos en la calle Mayor y que
bloquea el acceso al entorno de la barra, viene a interrumpir el
aperitivo familiar.
- ¡Pasa unos fritos
de lo que sea y lo de costumbre para acompañar!
- Creía que no ibas
a venir ya, jugando contra los colegiales, te creía con las bombas
de achique y las palkas entorno a Landare -el donostiarra saluda al
hernaniarra-.
El Barón de la
Florida debe tener enchufe detrás de la barra porque le han pasado
un plato de chipirones en gabardina y un par de vasos por encima de
las cabezas y las miradas envidiosas, además de unos cordiales
saludos.
- Por cuatro gotas
no hace ninguna falta, lo importante es que los chicos salgan con las
ganas con las que acabaron la temporada pasada y no dejen escapar ni
un punto.
- Y en Altamira
tenemos la visita de los de Alcobendas para aperitivo del domingo,
esperemos que salgamos despiertos al campo y no se nos atraganten ¿Y
Ud. que cuenta señora? ¡Tan callada! ¿Ya nos va a dejar alguna
gamba?
- Cojonudas, están
cojonudas – Y la dama se limpia el aceite de los morros con una
servilleta de papel-.
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