Mi madre nació en
el Palacio de Justicia de la Parte Vieja, en la calle Fermín
Calbetón, y, apenas nacer ya vivió en el Palacio de Justicia de la
calle San Martín hasta que se casó en 1936, mi abuelo materno
Maximino era ujier de la Audiencia Provincial y tenía vivienda por
su función en el Palacio junto con el Presidente de la Audiencia y
el Fiscal Jefe, a aquella comunidad de vecinos se accedía por un
portal de la calle San Bartolomé. Mi abuelo Maximino escribía
crónica de tribunales en algún periódico local, aprovechando su
privilegiado acceso a Sala y despachos, y procuraba adular a unos y a
otros con su pluma. Mi abuelo era un pluriempleado que ejerció de
jefe de porteros en Casinos y en la Plaza de Toros, así como de
escribano para analfabetos, muchos “casheros”, que necesitaban
que alguien les redactase instancias y demandas a las diversas
administraciones, con todo ello crió seis hijos y la familia sorteó
con bastante fortuna el golpe de estado y la campaña de muerte y
represalias entre exterminadores y exterminandos que se sucedió, y
luego los años oscuros que vinieron a continuación.
Mi padre nació en
el “Garage Massé” en el barrio de Gros que se fue trasladando
varias veces hasta José M.ª Soroa donde desapareció
definitivamente a finales de los 60. La familia Massé pasaba por
juzgados de guardia y banquillos de acusados con cierta frecuencia,
como consecuencia de la existencia de tantas leyes que obstaculizaban
el desarrollo de su actividad empresarial y que mi abuelo paterno y
su hijo primogénito, mi padre Eduardo, no conseguían a veces
esquivar. A mi padre siempre lo he conocido con abogado -otros amigos
infantiles hablaban de amigos de sus padres que eran como unos tíos
para ellos, yo podía hablar de los abogados de mi padre -, y desde
niño he visitado despachos de abogados y procuradores y he conocido
entradas y registros del Servicio de Aduanas, comisiones judiciales
en diligencias de embargo preventivo, insolvencias aparentes,
incidentes, recursos, tráfico de influencias y todo cuanto lleva la
vida del justiciable en este sistema humano.
Cuando llegué a
este mundo, el barrio de Gros y un horizonte entre el Monte Ulía y
el río Urumea por los lados, la Playa de Gros y Ategorrieta por
delante y por detrás, era 1949 y durante los siguientes 22 años
nunca pensé en ser abogado, el Derecho que había estudiado contra
mi vocación era una flor a marchitarse, yo sabía, lo había mamado
en casa, que las raíces de la Justicia se hundían en el estiércol
y que, para que pareciera una imagen plástica, era necesario regar,
podar, abonar y trabajar ingratamente. La vida, la vida, determinó
otra cosa, y, ahora que me encuentro más cerca de la Justicia de
Dios, que tampoco existe, que de la Justicia de los Hombres, me miro
en el espejo y me veo esta cara de abogado de toda la vida.
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