martes, 2 de agosto de 2022

ARISTOGATOS

Madrid es cada vez más aristocrático o aristocrática, según leo en los medios. Lo de la aristocracia española es curioso, a veces me tropiezo en Biarritz con caras más o menos conocidas de la villa y corte, eso pelos engominados de ellos, ese bótox de ellas… me hacen retroceder a mi estancia de niño en un barrio bien de aquel Madrid en blanco y negro con toques de caqui dictatorial, la cara externa del régimen era militar mientras que la cara interna era de gomina y cirugía estética ya entonces. La aristocracia es una estafa, un engaño que sirve para seguir viviendo del cuento, de los privilegios heredados, de las comisiones por la gestión con ese amiguete  y poder ocultar la porquería bajo la alfombra, los fetos en el congelador, los cadáveres en el armario y los delitos en el sobreseimiento y archivo. 


En aquel Madrid de mi niñez, al lado de los jerónimos, aprendí que la religión católica era una necesidad de la aristocracia, que la patria era el estatus social de la aristocracia y que fiarte de aquella gente de buena familia era tan tonto como fiarte de un comerciante del Rastro a la hora de hacer negocios, que la palabra dada por un aristócrata valía su peso en oro, esto es, un poco de aire con más o menos babas.

¿Y el sexo ? Conocí a uno, con tarjeta de visita con escudo y título, que decía que él era « maricón por parte de padre y puta por parte de madre » , como estaba borracho cuando lo dijo, supongo que decía la verdad por una vez en su vida. Los aristócratas son pillados de vez en cuando por provincias haciendo el pederasta que siempre ha sido lo suyo y, si el amiguete que se lo puede arreglar no se pone al teléfono, el escándalo estalla un poco, apenas un pedete de monja en un periódico local – ahora los periódicos locales son también de la aristocracia -, y el aristócrata pasa por el banquillo de los acusados hasta que el amiguete se pone al teléfono. 

La aristocracia no soporta la república ni la pasada ni la futura… no soporta que haya ciudadanos que tienen derechos y que creen que tienen derecho a ejercerlos sin ser aristócratas. La democracia, la auténtica, es el fantasma que no les deja dormir, que incluso les puede obligar a trabajar, a hacer el esfuerzo para impedirla, como hicieron en el pasado lejano, en el pasado cercano y en el presente, la aristocracia trabaja para mantener la estafa social permanente con las herramientas que son de su propiedad: la economía oligárquica, los mercados ficticios, las finanzas chupasangres, los medios de difusión y confusión y los gorilas uniformados de diferentes colores, siempre dispuestos a dar vidas, ajenas sobre todo, por la patria que nunca les ha pertenecido.

Madrid es cada vez más aristocrático o aristocrática, yo qué sé.


  

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