- ¿Qué tal el festival de este año? - pregunta el marqués de Altamira sirviendo vino fresco de Rueda en las copas -, ¿Estás viendo muchas películas japonesas ideales para la siesta y que tanto te gustan?
- Hay buen cine japonés, como siempre, y voy a ver y rever todas – responde Galtzagorri cogiendo con sumo cuidado una patata frita muy caliente -, el Zinemaldia es el paraíso para las gentes de gusto como yo.
- Pues el año pasado te tuve que sacar del cine porque tus ronquidos no dejaban leer los subtítulos al personal – dice el Barón de la Florida dejando su patata mordida sobre la mesa -, hubo quien preguntó si la línea de metro pasaba por debajo de la sala también.
- Es que el éxtasis me transporta a veces por territorios órficos – Galtzagorri refresca las quemaduras de lengua y paladar con el frío blanco vallisoletano -, mucho más allá de lo que el autor pretende.
- Yo creo que, como buen donostiarra, eres un pijo – el del Goierri ha esperado a ver saltar las lágrimas de los ojos de sus amigos antes de tocar las patatas -, en realidad el cine de autor, y no digamos el cine de autora, es un petardo en un 99,99% de los casos que tiene menos audiencia que la ETB1 los días de labor y con razón.
- Y si además, en vez de ser vasca la directora o el guionista que, al menos, uno puede encontrar las mismas pajas mentales y manuales en su pasado que las que ve en la pantalla, te toca un director japonés, un guion escrito por un estreñido con tendencias suicidas y un ritmo cinematográfico de etapa llana de transición de la vuelta ciclista a Polonia…
El Barón, después de hablar, ataca con furia ya las patatas que han alcanzado la temperatura adecuada.
- A mi me gusta más ver y roncar en una película de Yasujiro Ozu, de Isabel Coixet o de Medem que en una de esas de los cómics, llenas de efectos especiales – Galtzagorri se come la última patata del plato y pide más con una seña al camarero -, además hay que ir al cine, sobre todo, hay que ir al cine y sin esa chica catalana que nos cuenta durante 90 minutos sus traumas infantiles de sus veraneos en la playa y que, dentro de 10 años, se reciclará en guionista de “Servir y guardar en tiempos difíciles para siempre” para la tele, el cine ya habría desaparecido ¡Viva el cine de autor! ¡Viva el cine!
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