Hace poco más de un centenar de años prendió la idea de rectificar la historia por estas tierras, sin alcanzar una masa social absolutamente mayoritaria pero que ha venido a ser el componente principal de la actividad política que envuelve a los ciudadanos que aquí vivimos. Con sus secuelas derivadas en todos los órdenes, incluidos el educativo y el linguístico de forma evidente. Los más primitivos de quienes se han apropiado de este anhelo rectificador, ante su falta del arraigo social decisivo, han recurrido, recurren y recurrirán al terrorismo, expulsados de toda racionalidad social. Otros nacionalistas vascos creyeron que la tormenta de rayos iba a hacer caer nueces y en vez de expulsarlos para siempre de nuestra modesta civilización los mimaron demasiado, hoy extraños frutos cuelgan del carbonizado árbol de Gernika.
Y así seguimos, mientras que España ni reconvence ni conquista -nadie lo quiera-, a toda o a la mayor parte de la sociedad vasca. Esa España de la monarquía con olor a naftalina e imagen de cine del cuplé que ofrece éxitos deportivos no seduce a tantos ciudadanos de aquí como para emprender un único camino hacia el futuro que va a llegar ineludiblemente.
Uno cree que los dirigentes -no sólo los políticos-, deben dirigir y no simplemente correr para adelantar al pelotón y ponerse delante en la corriente de la carrera lanzada por el devenir de la historia que otros hacen. Sin embargo, aquejados de un transtorno límite de la personalidad, nuestros dirigentes en vez de buscar con unos y otros una empresa, por absurda que sea, apasionante, sacan del armario ese constructo del derecho de autodeterminación -cuyo sujeto en nuestro caso fue confuso desde su inicio sabiniano-, que sólo quienes mandan de verdad pueden manejar. Y como ni Usa ni Rusia ni ningún imán nos lo ha otorgado porque nuestra posición geoestratégica debe ser irrelevante o nuestro chiísmo local no nos une para nada con Al Andalus mitificado, aquí seguimos como cada septiembre, limpiándonos la arena y las algas de los vericuetos del cuerpo, condenados a repetir curso una y otra vez, saltando al pasado, saltando al vacío.
1 comentario:
Muy, muy bueno, claro, conciso y deprimente.
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