lunes, 8 de diciembre de 2008

EUSKAL HERRIKO FANDANGO


Francis López con su música y Luis Mariano con su voz –y con su pluma también en las letras- popularizaron una imagen de País Vasco que aún permanece en Francia, como no deja de sorprendernos cuando cruzamos el Bidasoa.

Esa representación de país de fandango y opereta es tan falsa como la que se empeñan en extender los neandertales que se opusieron a la rueda antes y ahora al tren de alta velocidad o los golfos pandilleros que han empobrecido nuestras haciendas, cajas y reales sociedades.

Durante años los trabajadores –enraizados o implantados-, de este pequeño rincón del mundo se han esforzado por crear riqueza y han sido capaces de tejer una red industrial que configura realmente nuestro paisaje cotidiano, a la vez que ganaban y aun ganan los salarios más altos de España. Los empresarios vascos -y foráneos que por algo han venido-, han sido aupados por los brazos de esa ingente masa capacitada sin la que no hubieran sacado siquiera cabeza en la dura competencia de los más reñidos mercados porque todos ellos fueron antes parte de ese cuerpo social de fatiga y constancia. Empresarios que nuestros obtusos pistoleros tristemente ponen en el escaparate demasiadas veces.

Esos trabajadores se dotaron de sus herramientas sindicales para participar de las rentas que generaban y ahora los asalariados perciben el peligro de la pérdida del trabajo y acuden también a las mismas limitadas y viejas armas para defenderse del desastre.

Los reproches a esta actitud no conducen a nada –no se puede exportar el sindicato mayoritario de origen clerical a Shangai para subir los costes chinos-, los ciudadanos que ganan su sustento a cambio de su sudor por cuenta ajena o modificarán sus instrumentos o los arrinconarán si no les sirven, quizá demasiado tarde pero esto es posiblemente otra consecuencia de la educación mayoritariamente recibida. Aquella educación que sacrificamos en la noria vasca de la serpiente que se muerde la cola y que ciegamente nos empeñamos en que siga girando con sus cangilones llenos de veneno.

Y mientras nuestros dirigentes vestidos de lentejuelas sólo se dirigen solos a interpretar fandangos y operetas por los más bellos escenarios del extranjero.

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