_Reemprendo la publicación de algunos fragmentos de la novela:
En resumen, ambos industriales, que nunca habían tenido industria alguna, alarmados por la escasez de la angula en la ría del Bidasoa y conocedores de la existencia de productos derivados del pescado, que pueden adoptar mil formas, aromas y sabores, acudieron con su idea a un amigo de un amigo que conocía a un amigo que era asesor de uno de los cargos políticos que promueven y reconvierten la sufrida economía guipuzcoana.
El asesor ocupaba uno de esos despachos que se ubican detrás de un regio jarrón en el foral palacio de la Diputación de Gipúzkoa. Cualquiera puede comprobar que detrás sino dentro , de los enormes jarrones que decoran el Palacio Foral trabajan, cómodamente instalados, asesores varios.
Al asesor le entusiasmó la idea y después de fijar, con toda precisión y en el viejo idioma del país, el porcentaje neto que se debería separar del montante total de la ayuda oficial para subvenir a las necesidades alimenticias del partido y de sus dirigentes que tanto se preocupan por el bienestar social –eso sí mediante la correspondiente factura que les iba a establecer por sus servicios una inoperante sociedad creada al efecto-, remitió a los consultantes a una empresa de Consulting, casualmente amigos de un amigo del asesor, que tendría que arropar documentalmente (Planes estratégicos, de marketing, alianzas, inversiones, tecnologías...) la solicitud de la financiación.
¿Por qué los presupuestos y facturas de las inversiones presentados en el expediente oficial eran tan superiores a las inversiones comprobadas por la inspección oficial después del segundo encuentro entre el chino y el lehendakari? Porque querían lo mejor de lo mejor para el País Vasco y su inexperiencia les había hecho confiarse a los consultores recomendados por la propia administración -respondieron ambos en su declaración- ¿Dónde se encontraban los fondos sobrantes de las ayudas? No los había porque habían tenido muchos gastos de relaciones públicas difícilmente contabilizables. A pesar de los esfuerzos que el letrado querellante y el fiscal hicieron para obligarles a decir que la mayor parte del dinero se la habían repartido entre ambos socios, estos no se movieron de sus posiciones. ¿Y el chino? El consultor les indicó que le había prometido al jefe del gabinete de prensa del lehendakari una foto con el ingeniero japonés y que para no desilusionar al jefe del Gobierno le habían pedido el favor a un amigo chino de un amigo de un amigo, pagándole un traje nuevo a cambio.
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