Affiches Poster Luis Mariano - 020 (Photo credit: phonogalerie.com) |
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Apenas diez jugadores de la plantilla primera están
disponibles –comenta el titular del puesto de quesos del mercado de Biarritz,
mientras envuelve nuestro pedido-, y los entrenadores no les dan la confianza
necesaria a los jóvenes.
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Y los lesionados no siguen los planes de recuperación
que les marca el fisio sino que se dedican a cerrar los bares –añade enfadado
el siguiente cliente, un atildado caballero de pelo gris y perrito en el cesto
de la compra-, mientras que el Señor Presidente abre la boca grande pero tarde
y mal, en vez de poner disciplina...
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Los veteranos son los peores, que ya sólo piensan en
qué otro equipo de segunda división van a jugar el año que viene y ni se
implican ni se recuperan ni se entrenan ni... –culmina una mujer, con el acento
snob y vasco de la crema social local-.
El aire fúnebre de los seguidores
impregna las tabernas biarrotas antes y después de cada partido y ni siquiera
las tapas que les sirven entre carteles de corridas de toros y de Luis Mariano
en su apogeo, acompañadas de todo el catálogo de vinos y cervezas que uno se
pueda imaginar, levantan los espíritus. Un tono gris de resignación se va
imponiendo que vuelve silenciosa la marcha de los socios hacia el estadio de
Aguilera. Y el tipo disfrazado de piel roja de opereta parece más absurdo y
ridículo que nunca pero sigue siendo insoportablemente ruidoso.
- Es un gran club, a pesar de
todo –Hiruntchinberry proclama a mi lado, con su gorra rojiblanca, mientras se
canta el himno-, y en cuanto recupere sus fundamentos un poco más abajo nos
volverá a llevar arriba, muy arriba –y se golpea con la palma enorme de su mano
en el corazón; creo que le brillan los ojos-.
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