Foie gras "en cocotte" with mustard seeds and spring onions in duck juice. (Photo credit: Wikipedia) |
Los 7.463 espectadores se
horneaban en Aguilera, viendo como el Stade Montois controlaba el encuentro con su juego abierto y osado frente a un
encogido Biarritz Olympique al que el miedo a perder se le trasluce demasiado, pero pasado el minuto 60, segunda pausa para
refresco de los jugadores, al que se llegaba con un 9-17 corto para la
superioridad visitante, el talonador local remplazante ha logrado un primer
ensayo que no se ha transformado que ha sido seguido inmediatamente de un
segundo ensayo entre palos del ala, dando total vuelta al marcador que ha
cerrado con un 24-20 a favor del sorprendido equipo biarrota que solo ha
necesitado jugar 20 minutos y aburrir otros 60 para llevarse unos puntos muy
necesarios. Mientras, en Mont de Marsan, se está preguntando cómo han perdido –menos
un bonus defensivo-, lo que ganaban con total facilidad pero fallando dos
golpes y despreciando superioridades manifiestas ante una defensa blandita y
caótica.
Aguilera ha recibido un derby
vascolandés –en los sanfermines de la vieja Iruña hemos visto anuncios de
festivales de recortadores que se anunciaban como “corridas vascolandesas”-,
uno de esos encuentros en que los prolegómenos hablan del glorioso pasado de
los clubes y de su azaroso presente.
La leyenda marina dice que las
ratas, pobres ratas, huyen del buque que se va a hundir cuando la realidad
demuestra que hay capitanes capaces de abandonar el barco en primer lugar.
Calificativos aparte, el Olympique se hundió con sus capitanes ausentes del
puente pero sembrando la discordia en las máquinas, y ahora alguno hay que ha
resucitado milagrosamente en su nuevo club, dando así una nueva lección de
ética deportiva en el mundo del rugby.
El Stade Montois ha pasado dos
veces brevemente por la máxima categoría profesional del rugby francés con una
fidelidad a los principios sustanciales de su juego colectivo que resulta
asombrosa y del que surgen jugadores que luego destacan otras formaciones pero
que no dejan, en su salida, regusto amargo en las gargantas de los fieles
seguidores de las Landas.
La corrida vascolandesa de esta
tarde en Aguilera ha sido un enfrentamiento entre un club que había olvidado la
dureza del profundo rugby regional- la D2 francesa es todavía más sureña que el
Top14 que también lo es-, de los desplazamientos en autobús en el día y un club
que se faja desde tiempo inmemorial por estadios rurales de la Galia de la
boina, la baguette bajo el brazo con el Sud Ouest, además del foie gras, ricard o pernod o pastis o los tres, los
quesos que cantan y la digestión con armagnac.
Tres horas antes del pitido
inicial han empezado las animaciones que el club anfitrión había previsto para
ambas aficiones y que han calentado fraternalmente sus motores. Luego un match de los que no hacen afición,
con algunos silbiditos y gritos jaculatorios a la Presidencia, y los de aquí
han pasado de la depresión a la breve euforia del resultado, los de allí lo
contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario