Bayonne - estuary of Nive River (Photo credit: Wikipedia) |
Acaba de resonar “La Marsellesa”
una vez más en la plaza del Ayuntamiento, el cielo está ya obscuro sobre las
aguas plomizas de La Nive que se combinan con las del Adour más allá de la
mirada de Aristide Labarthe, una mirada que no ve el panorama siempre bello de
la ciudad lapurtarra, quizá perdido en divagaciones.
-Son jóvenes que nacen en barrios
de porquería, dejan la escuela porque nada les motiva para seguir sus estudios,
empiezan a cometer pequeños delitos para obtener los bienes inalcanzables que
se les muestran, pasan por cárceles que solo sirven para que las religiones les
laven el cerebro dándoles un sentido a la vida, se van a una guerra en que
pierden cualquier referencia moral que les pudiera quedar y vuelven hechos unos
terribles defensores de esa religión que
les ha iluminado su miserable existencia y que matando y muriendo por ella les
da la gloria de los telediarios y el paraíso del más allá…
No parece que Aristide hable
conmigo ni con ninguno de los que están alrededor. Hubo un tiempo en que se
esforzó en llevar el rugby por esos barrios urbanos, concebidos por arquitectos
diabólicos y funcionarios o políticos malvados, que abundan ya no solo en
Francia sino en toda Europa. Aristide pensaba y creía, sobre todo creía, que el
rugby podía ser un instrumento de enseñanza, de transmisión de valores, de
educación en suma y otros también lo creyeron y, de hecho, lo siguen creyendo,
pero la realidad de la falta de medios de vida para aquellos jóvenes por un
lado y los recortes que se introdujeron a los mínimos medios requeridos
terminaron por matar el proyecto en que colaboraba.
-Sin embargo –dice mientras me
acompaña al coche-, habría que intentarlo de verdad con esos jóvenes, dedicar
los medios del Estado a esa guerra contra la desesperanza ¿Dónde está la
inteligencia de nuestros líderes?
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