El fin de semana pasado apenas se notaban unos tímidos
brotes en el bigote, pelillos que aparentaban más un afeitado descuidado que un
propósito de dejarse un mostacho durante el mes de noviembre. Este próximo
sábado, a la vez que las tradicionales alubias con todos los sacramentos,
empezarán a hacerse las comparaciones entre unos bigotes y otros, además de
reunirse en un sobre las aportaciones económicas que cada uno va consiguiendo
para su ingreso en la cuenta de Movember, la institución que financia estudios
sobre el cáncer de próstata.
-Mi mujer me ha dicho que soporta lo del bigote porque es
por una buena causa pero que el 30 de noviembre me lo tengo que afeitar –Hiruntchiverry
presenta unas rubias rayitas bajo su nariz rectificada por un rodillazo
argentino-, que le recuerdo traumas de la infancia con un hermano de su madre
al que el bigote le apestaba a “Gauloises”.
-Un beso sin bigote es como un huevo frito sin sal –el Marqués
de Altamira no se ha pintado este año un bigote marxista como el que le daba un
aire de sátiro en blanco y negro hace doce meses-, dice mi marquesa navarra durante
este mes… pero que me lo tengo que
limpiar y acicalar tres veces al día si quiero besarla.
- Lo que va a ser de
bigotes es lo del derby vasco del otro lado de la muga este domingo en Baiona –Galtzagorri
se las ha arreglado para presentar ya un esbozo de bigote perfectamente
reconocible a pesar de la pequeña cicatriz que un taco de una bota andaluza le
dejó en el labio superior-, a pesar de los dos en segunda.
- En el rugby no
suele haber sorpresas –dice Aristide Labarthe acariciándose el bigote negro con
el que parece haber nacido-, así que os espero para el aperitivo en donde de
costumbre.
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