-El cielo está enladrillado –pensó,
al asomarse al balcón y mirar hacia el este, donde el amanecer enrojecía las
nubes-, el desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será…
¿Por qué el trabalenguas? La
mañana venía problemática, el primer equipo, en realidad el único equipo porque
es el único que cuenta, el equipo de fútbol profesional iba caminado con paso
firme hacia la segunda división y lo hacía con todos los méritos para ello.
Objetivamente, él podía ser muy objetivo, no se podía negar que era lógico, el
equipo se había formado con el dinero disponible y , aunque la provincia era
rica, los despilfarros anteriores, que ya habían arruinado varias veces a la
entidad, en vez de crear un precedente, como pasaba en otras administraciones,
y propiciar que se volviera a incrementar la aportación de las instituciones al
fútbol, por el contrario hacían que las malas caras de los políticos se
incrementaran y con ellas la negativa de nuevos fondos. Al parecer, el
electorado empezaba a cansarse que sus impuestos se fueran en fichajes
absurdos, en construcciones innecesarias de estadios y en pagos en negro a
comisionistas multifacéticos, doctores brujos con pociones mágicas, equipos
contrarios que facilitaban resultados salvadores y todo el largo etcétera,
aparte de putas y champagne para los voluntariosos administradores del
chiringuito futbolero, que el deporte como espectáculo conlleva.
-¿Cómo conseguir que el balón
entre en la red del contrario con aquella pandilla de tuercebotas a los que
entrenaba, es un decir, un filibustero
con más whisky malteado que sangre en sus arterias? Estaba seguro que ni cambiando al entrenador, anteriormente
ya lo habían hecho en otras ocasiones parecidas, el barco se salvaba. Quizá, si
iban a bajar a segunda, lo mejor era fichar a alguien de segunda para ir
preparando la temporada siguiente y que fuera lo más barato posible, se lo
tenía que consultar al resto del consejo, mejor, se lo tenía que comunicar, ya
que los había elegido para que le oyeran a él y no para que él les tuviera que oír,
que para eso se les pagaba y bien, en especies y en especialidades de cada uno.
Y conectó, uno a uno, los
teléfonos que le esperaban encima de la mesilla para que fueran sonando, los
dejó sonar y miró por la ventana.
-El cielo está enladrillado y el
desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será…
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