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¿Verás la final ésa de rugby tan importante que
hay este fin de semana? –Le suelta el vecino gastrónomo a Murray en la puerta
del ascensor y, ante la cara de incomprensión de su interlocutor, prosigue- ¡Eso
del superbowl, hombre!
Murray agradeció la información y subió andando como de
costumbre, de todas maneras no cabían los volúmenes de ambos simultáneamente en
el ascensor comunitario. A la noche comentaba el incidente con sus amigos.
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¡El fin de semana que empieza el Torneo! ¡Con un
Inglaterra-Francia que no hay que perderse! ¡Con Escocia dispuesta a derrotar a
Irlanda de una vez! Y me sueltan esa mamonada…
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Es lo que hay. Y eso que todos los años se asoma
el rugby de élite por las televisiones de pago –dice Galtzagorri ojeando la
revista con la programación del Torneo de las VI Naciones-, e incluso el rugby
nuestro también se retransmite con más frecuencia.
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Pero mientras el rugby no eche raíces en la
educación –interviene el Marqués de Altamira-, mientras que a los niños y niñas
no se les den verdaderas oportunidades de madurar en nuestro deporte, mientras
el deporte base, todos los deportes en realidad, sea aplastado por el
omnipresente…
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¡El que pronuncie la palabra maldita paga la
cena! –Corta el Barón de la Florida-. Ya sabes que hay que pedir permiso a la
asamblea para hablar del balón tonto y nunca se ha concedido cuando se está discutiendo
de deporte, solo cuando se habla de corrupción, dinero negro, analfabetismo…
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Pues mi cuñado ha dicho que en la tele de mi
casa hay demasiado rugby.
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¡Ponle el Italia – País de Gales!
Ya no se sabe quién dice qué.
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