Hay veces que el Barón de la Florida recuerda a un Samurái
de película japonesa en blanco y negro, no hace falta que se maquille o se vista
–me consta que tiene en un armario, bien guardado, todo el attrezzo necesario,
de una autenticidad discutible-, pero su figura corpulenta y su rostro
impasible, con una mirada penetrante, indican que, en su día Samurái, no está
para bromas y que da la impresión errónea de que podría usar la catana para
rebanar la cabeza de su interlocutor sin perturbarse en absoluto.
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Recibimos visita de Valladolid esta semana en
Hernani –comenta Galtzagorri entrando a la cocina de la sociedad-, y no sé cómo
está la cosa.
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El coraje está en todos y cada uno de los
jugadores –el Barón de la Florida está lavando y preparando unas endivias, un
filoso cuchillo en la mano-, no hay miedo, sino respeto y precaución…
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Pues si
la clasificación no engaña estamos en una situación límite –Galtzagorri que
está controlando el estofado de pollo y no ha percibido el ritmo pausado y el
tono obscuro de las palabras de su amigo-, y para superarla hace falta fuerza,
mucha fuerza, y bastante más juego del que ha habido hasta ahora.
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El
entrenamiento ha sido intenso y la preparación colectiva del partido dará las
bases adecuadas desde el pitido inicial…
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Mientras al pitido final, el resultado no se
frustre como esta tarta de chocolate –Galtzagorri saca del otro horno una
bandeja con una masa informe-, que se nos ha atortillado, parece el terreno de
Landare un día de lluvia.
El Barón de la Florida recoge meditabundo el postre de manos
de su amigo y se dispone a aprovecharlo como base para un “château” de galletas
que rápidamente prepara, mientras proclama:
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Landare-Toki no se rinde.
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