- Navarra se sitúa
entre dos desiertos, el de las Bardenas y el del Opus Dei – dice
Galtzagorri mientras avanza por el GR 65 buscando la sombra, escasa
sombra, en las cercanías de Yesa -, y el de las Bardenas al menos
tiene algo de vida intelectual pero el otro extingue la más mínima
inteligencia.
- ¡Cómo te oigan
tus amigos en la Universidad de Navarra! - replica desde más atrás
el Barón de la Florida con su figura de sancristobalón rodeada de
un aura de transpiración - ¡Con la de luminarias que han salido de
sus aulas!
- Los únicos
intelectuales que conozco son los que se han escapado de sus aulas y
no los que han salido de ellas bendecidos por la mano castradora de
esa putrefacta institución.
Galtzagorri se ha
detenido para relevarle al Barón en transportar el cesto con la
comida sobre el hombro y mientras maniobran con las mochilas y las
provisiones prosigue.
- Son los sucesores
naturales de los apostólicos feroces de la comunión tradicionalista
que mataron a cuanto maestro encontraron en el 36 y a cuanta persona
de bien se movía por esta bendita tierra y solo dejaron vivos a los
“quietos paraos” para dejar en un páramo el pensamiento navarro,
luego con la bendición del vampiro de El Pardo llegó el hipócrita
aragonés, marqués de Peralta, y cundió como el grano de mostaza y
así nos va.
- ¿Porque tu abuelo
fuera de la vieja Iruña te crees navarro? - privado del peso, el
Barón avanza por el camino hacia unos chopos que anuncian un buen
sitio para comer -.
- ¿Hay algún
guipuzcoano que no se sienta un poco navarro siquiera? Yo al menos,
sobre todo en otoño con las setas.
- ¿Pues que me
dices de los tribunales navarros con sus sentencias estrafalarias? -
el Barón se alza para retirar el peso de las botellas de vino del
hombro de su amigo- A mí, esos razonamientos que contienen y tus
comentarios me hacen pensar en las novelas de la Trilogía del
Baztán…
- Es que Pamplona
siempre ha sido una plaza difícil para torear con la toga, la
ganadería del Opus ha dejado morlacos diabólicos tan solo en los
resortes del poder judicial del reino, ya sabemos que es una hiedra
que se extiende por las murallas y acaba siendo más fuerte y
profunda que las piedras y, al final, la realidad navarra supera a la
ficción navarra.
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