lunes, 22 de julio de 2019

HECATOMBES

Estatua de Nimeño II en la explanada de la plaza de toros (Mont de Marsan)
Sobre la mesa del establecimiento hay un plato de churros, unas tazas de chocolate, un par de copas de un aguardiente, unos vasos de agua y, sentados hay dos tipos que comparten páginas del primer periódico del día con la reseña, excelente literatura en prensa escrita, del festejo de la ya lejana tarde de la víspera. 
- Lo único auténtico en una corrida de toros es el sufrimiento del toro, la verdad es que me aburre la estética repetida del bovino embistiendo con lo que le queda de defensas a una capa que con más o menos habilidad le incordia en su instinto de supervivencia y toda la rutinaria matanza sangrienta que viene a continuación es que ya me da nauseas.
- Sin embargo, has seguido vinculado a ese ambiente hasta ahora mismo.
- Me gusta la juerga, me gusta beber vino, olvidarme de lo patoso que soy y saltar con la música de las bandas, jalear a los peores grupos flamencos del mercado hasta enronquecer, desayunar churros al amanecer y compartir mi euforia con gentes diversas y eso, por aquí, es la feria, la feria de Pamplona, la de Mont de Marsan, la de Dax, la de Bilbao… y no hay feria sin que los pastores sacrifiquen los bueyes al dios Baco, sin que sangre, vísceras, dolor y lágrimas se mezclen con los vapores del alcohol, es la hecatombe propiciadora.
- El arte taurino tiene muchos seguidores aún, sin comparar con el número de los que tuvo en el pasado.
- Es arte escénico, es circo y es teatro, es espectáculo, el toro existe para ser lidiado, no hay toro de lidia en la naturaleza, las vacas que matan a campesinos en las fincas o a excursionistas en los pirineos son la competencia desleal de las ganaderías de bravo, los ganaderos crían toros para venderlos al show-business y resulta que los bovinos embisten gratis fuera del ruedo ¡Qué desastre!
- Pero el valor de los toreros que se juegan la vida y, a veces, la pierden por ofrecer la lidia de esas fieras a los aficionados, a los espectadores, tiene que ser reconocido.
- ¿Valor? El de los que participan en los encierros por sentir la adrenalina de ese instante en que tu vida pende de un tropezón con otro tipo más borracho que tú, el de los que practican salto base con un paracaídas fabricado por muertos de hambre en un taller de Asia, el del que sube al Naranjo de Bulnes con mosquetones de la sección de deportes de El Corte Inglés… no sé si es valor o es vicio, es borrachería, es gilipollez o es propio de esta especie de cretinos que somos. La excusa antes era de que “más cornás da el hambre” pero también hay quien lo hace porque lo ha mamado en su educación o se lo pide su vocación profunda. Yo también lo hice, cuando me creía inmortal, el placer de controlar tu miedo, conducir la embestida del animal, imitar lo que has admirado, me emociono al recordarlo y qué tonto era.
- Pues parece que el negocio de los toros es cada vez menos rentable y que está en decadencia imparable.
- Sigue ganándose dinero pero en todo mercado hay quien gana, los menos, y hay quien pierde, los muchos. La honradez y el mundo del toro son incompatibles, la honestidad es enemiga del espectáculo taurino, mientras la larga tradición de mafias taurinas se mantenga, habrá toros, cuidan sus intereses y se mantendrá el espectáculo, quizá cada vez más cutre, más tramposo si cabe, aunque sea en los márgenes de la vida social, como se mantiene la lucha libre americana o así.
El viento suavemente trae por la puerta el aroma de orines de una mañana de feria, los gritos lacrimosos de un  adolescente en celo que ha perdido una novia y un zapato, los dos tipos apuran las gotas transparentes de aguardiente y el agua de los vasos, la feria se ha acabado.

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