Una amiga me hace llegar un guion que ha escrito para un cortometraje, un guion con contenido autobiográfico inevitable. “El artista siempre se autorretrata en su obra” creo que dijo Picasso una vez pero Google no me lo encuentra.
Mi amiga no es heterosexual, ni lo proclama ni lo oculta, es una gran persona y tiene una biografía que lo acredita, pero en el guion hay mucha nostalgia, es una breve historia triste que supongo tenía ganas de contársela a sí misma y de contármela a mi, que tengo la esperanza de que se ruede pronto, a pesar de que ella no lo ha escrito para ello, sino para poner en imágenes una ráfaga de nostalgia que ha pasado por su mente en tiempos ya de jubilación profesional. Yo también lo he hecho, escribir en formato de guion desata directamente la película en la gran pantalla de la imaginación humana.
La película describe un encuentro con otra chica en unas vacaciones de verano en un pueblo del interior, encuentro en esas últimas o penúltimas vacaciones del bachillerato, cuando la mayoría de edad legal se acerca lentamente todavía. Y el argumento es el descubrimiento clandestino del sentimiento amoroso hacia esa otra chica, la “tortillera” castigada por lesbiana a pasar sus vacaciones en aquel exilio, sentimiento que fracasa dolorosamente ante el temor a la reprobación social.
La tristeza del guion es una forma de saldar una deuda con alguien de su pasado, un homenaje íntimo a lo que entonces no pudo ser y nunca será, el tiempo no tiene marcha atrás. Mi amiga ha vivido otros amores posteriormente, algunos tan intensos que le dejaron cicatrices imborrables de quemaduras en el alma, ahora vive una relación estable con otra mujer, otra gran persona, en la rutina confortable de otra transición de la vida, cuando dejamos de ser personas maduras para volver a la última inmadurez, para volver a sacar la adolescente del interior, aunque sea en un guion de cortometraje.
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