lunes, 3 de mayo de 2021

SAN FEDERICO

Asisto asombrado a una serie de opiniones sobre Federico Jiménez Losantos en que tratan a este zangolotino de las ondas como de un fenómeno social en el periodismo español. Pocas veces he escuchado las sandeces en vivo que suelta este hombre, algunas más he leído el principio de alguna de sus columnas en los periódicos por los que ha pasado, recuerdo una lectura hace años de un artículo en El viejo topo y, sobre todo, comentarios de un buen amigo que lo seguía y al que le hacía gracia y que una vez me presentó a una tertuliana, una especie de mando de la sección femenina de la Falange, que era invitada frecuente, al parecer, en sus programas. Pero es tan inevitable como Carlos Herrera - yo también me bajo de los taxis de Madrid sin pagar en caso de que insistan en obligarme a oír cacofonías innecesarias -, lo encuentras inesperadamente, como hoy, en el día de la libertad de prensa y por partida doble.


Federico es un imbécil esférico por fuera, su imbecilidad se percibe se le mire desde donde se le mire, pero no lo es por dentro, por dentro es un listo, un listo esférico también, que ha encontrado un nicho de negocio y que sabe explotarlo en todas las direcciones. Desde que superó los límites de la ética y la moral la primera vez, y constató los beneficios que recibía como retorno, ha continuado poniendo su facilidad de verborrea grotesca al servicio de su propio ego y de su modo de vida, no conoce fronteras que no pueda saltar con su lengua de charlatán de feria, es como un bertsolari que, en vez de ripios de ritmo primitivo, repentiza injurias chocantes para un público que está aplaudiendo y riendo antes de entender lo que suelta, a cambio de cobrar con regularidad la cuantiosas recompensa que le vierten las mafias financieras y religiosas para las que siempre se ha arrendado.

El bucle que se forma entre él y sus seguidores tiene algo de toxicomanía, como ponen de relieve las opiniones que leo hoy, él necesita que le rían y repitan sus ocurrencias y ellos necesitan esa dosis diaria de guano que alimenta sus neuronas, se forma así un ecosistema que debería dar pena a la sociedad pero que se intenta presentar por sus valedores como un fenómeno digno de estudio.

Todo puede ser objeto de estudio es verdad, la lectura de hoy me ha recordado aquello, que también leí, de un profesor universitario americano que estudia la mierda y que todos los días pesa y examina lo que caga con este fin. Quizá lo de Federico deba ser objeto de un estudio universitario tan escatológico como científico, ni más ni menos y a mí se me escapa su utilidad.


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