Las letras tontas de las canciones son una constante con pocas excepciones - iba pensando el Marqués de la Florida mientras conducía hacia la sociedad gastronómica oyendo Radio 3, un coche que estaba aparcado en su lado derecho salió a bloquearle el paso sin previo intermitente ni precaución alguna, el frenazo hizo caer las tarteras con los espárragos pelados de los asientos traseros al suelo-. Al abrir los recipientes en la cocina de la sociedad observó con horror que bastantes puntas se habían despegado de los navarros frutos adquiridos en el mercado matutino de Ordizia pero puso a cocer en el agua hirviendo todos los hatos que había preparado antes de venir.
- El negro, que ha salido sin mirar y ni siquiera se ha disculpado.
- No se dice negro, se dice de color o black – le corrige Aristide Labarthe que está escurriendo unas alcachofas que ha sacado del fuego -, que suena racista la forma en que lo dices.
- Pero era negro, no era una rubia ni un pelirrojo, era de color pero de color negro y, en mi casa, siempre se ha dicho a un señor de piel negra, un negro y eso no es racismo – el Marqués controla el hervor de los reyes de la huerta de la Ribera -, si hubiera sido un blanco, lo hubiera dicho igual o peor “un gilipollas que se compró un coche sin la opción de intermitente” y estoy hasta ahí del lenguaje correcto.
- A mi me parece peor eso de “black” que decís los franceses para evitar decir “négre” – Jon Galtzagorri está salteando unas kokotxas que van a ser mezcladas con las alcachofas -, yo intento evitar identificar a alguien por la raza y menos en público pero aquí entre amigos, incluso si estuviera Amin presente, se puede decir sin acritud que Amin es negro pero yo no diría un “negrata” aunque él se presenta muchas veces, como el “moro negrata”, eso sólo lo puede decir él desde sus dos metros de altura…
Los espárragos humeantes ya están sobre la mesa y los comensales se los van repartiendo, cada uno los aliña y sazona a su gusto en el plato.
- A la que he visto en la panadería de la Zurriola ha sido a “la africana”, esa señora que nos odia a todos nosotros y sigue igual que siempre – comenta Galtzagorri y se calla al engullir un espárrago despuntado -.
- Que siga y se cuide, si sabe – el Barón de la Florida que ha acabado su ración y está mojando pan en el aceite que le ha quedado en la loza-, por cierto uno de sus compañeros de trabajo me ha dicho que ella le ha explicado que nosotros somos una especie de “Illuminati” que controla el mundillo donostiarra de los rumores y de la maledicencia pero sin dar la cara y que dejamos que otros se sienten en el banquillo de los acusados por nosotros.
- Y hay quien dice que Donostia está controlada por una secta de satanistas pedófilos – el Marqués de Altamira está repartiendo kokotxas y alcachofas en los mismos platos mientras que Galtzagorri abre unas frescas botellas de Valdeorras -, a la que pertenecen la africana y su compañía de víctimas del chismorreo paranoico.
- Estoy pensando en descolgar el teléfono y convocar a todos los complotistas locales a un concilio ecuménico en un templo de paz, por ejemplo en el Corazón de María antes de que se convierta en un hotel – anuncia Galtzagorri teatralmente -.
- Tendrás que reservar el Estadio de Anoeta o así – concluye Labarthe -.
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