- Tengo mala conciencia – dice Jon Galtzagorri a Coro, su mujer, calentando la sopa de verduras que, hecha hace un par de días, ha sacado del frigorífico -, una chica de Colombia me ha hecho una consulta sobre la situación de un familiar, un familiar que vive en Portugalete y que debe trabajar en el puerto…
- ¿Y le has preguntado si se dedica a la importación de cocaína ? - Coro sentada en la mesa de cocina está comiendo Foie-Gras con unas tostadas -. Porque colombiano y en Portugalete es lo primero que me hubieras dicho a mi.
- No, le he preguntado si la ertzaina le ha detenido muchas veces por sospechoso y he acabado hablando de la cocaína colombiana como un gilipollas.
- Los colombianos llevan el estigma de la cocaína encima, es así y además tú eres bastante racista con los magrebíes y los sudamericanos.
- No quiero serlo, quiero borrar mis prejuicios y, a veces, creo que lo he conseguido y… la cago, la cago como hoy.
- ¿Cuál ha sido su reacción ? ¿Se ha cabreado ?
- No, ella ni se ha dado cuenta, creo, me ha hablado de su propia experiencia personal, de los prejuicios que se encuentra por acento y el color de su piel pero que no le afectan mucho.
La sopa está sobre la mesa y Galtzagorri sirve los platos y come una tostada de foie-gras esperando que se enfríe.
- Deberías broncearte como un arhuaco de Sierra Nevada y salir a dar una vuelta fuera de Gros, creo que te puedo vestir de indígena recién llegado y entonces verías el estigma que se lleva como inmigrante en nuestro país tan abierto, tan acogedor.
- « Disfrazarse de » es también racista para las nuevas gentes de bien pero he pensado, después de mi metedura de pata con esta chica, en lo que experimentan los discapacitados, los “racializados”, los ex-presos, los sin techo, las prostitutas, los drogadictos o los homosexuales frente a la masa de gente “normal”. Viviendo ansioso por lo que los demás realmente piensan de ellos, sintiéndose constantemente en una representación de un espectáculo, obligado a percibir y controlar la impresión que produce en cada encuentro con otro. El individuo estigmatizado, pasando del disimulo a la bravata agresiva, a menudo busca apoyo entre otras personas estigmatizadas. Pero su socialización no es obvia. Y su identidad sigue siendo frágil. Y esta situación, este desgaste, durante décadas o incluso toda la vida. En el peor de los casos, se les presume culpables; en el mejor de los casos, se encuentran entre las personas a las que nos compadecemos, pero que aun así preferimos evitar.
La tortilla de patatas sale del horno apagado, aún está templada como le gusta a Coro. El rioja, sin embargo, está demasiado fresco y mientras coge aromas en la copa, Coro comenta :
- Me recuerdas a mis lecturas de Goffman.
- Ves, como leo los libros que me dejas, que no solo los utilizo para coger sueño a la hora de acostarnos.
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