- Otra vez el choque entre la presunción de inocencia y la presunción de veracidad de la denuncia de la víctima femenina – dice Imanol Hiruntchiverry apagando el aparato con el mando a distancia desde la mesa de la cocina -, no sé si pasa lo mismo en España.
- Mientras venía para aquí me acordaba de Plácido Domingo al oír esas historias en la radio – dice Jon Galtzagorri cerrando la puerta de la cristalera por la que ha entrado con la caja de riojas bajo el brazo -, las denuncias tardías de agresiones sexuales que se acumulan en los medios, los desmentidos de los acusados hechos ya unos vejestorios, los apoyos de su red de contactos que recuerdan su magisterio indiscutible…
- Como si uno no pudiera ser un genial artista de ombligo para arriba y un cerdo de ombligo para abajo – Melissa, ejerciendo de anfitriona pone unos vasos sobre la mesa donde las ostras brillan y agonizan entre aromas de resaca y de gastroenteritis -, o que haber sido un genio hasta ahora da licencia para joder la vida a quienes dependen de ti para subsistir…
- Solo pasa cuando el acusado está en declive, antes todas calladas – Imanol abre la botella alsaciana de nombre impronunciable sirviendo generosamente hasta el borde -, o, mejor, acalladas porque buscando en la red siempre se encuentran antiguas insinuaciones, rumores, frases de doble sentido… que el poder otorgado al sujeto hacía pasar al margen,
- Pero hay que seguirle presumiendo inocente mientras no se demuestre lo contrario y no hay que confundir el culo con las témporas – ante la perplejidad de Melissa, Galtzagorri busca en su archivo de memoria una traducción al francés -, no hay que tomar un martín por un zorro… vamos, que una cosa es recitar a Rostand y otra cosa es tocarle el culo a Roxanne, a la maquilladora y a la peluquera.
- Lo que siempre me asombra es la necesidad que tiene el sátiro siempre de tener el poder para disfrutar del sexo – Imanol levanta la copa para brindar -, como te he oído decir a veces : « Hay las que follan para ascender y los que ascienden para follar ».
- No es mía la frase sino de un viejo amigo muerto, un excelente tipo en muchos aspectos – los tres comensales entrechocan sus copas sin cruzarse, mirándose a los ojos y beben un sorbo antes de dejarla y coger la primera ostra-, pero que estaba poseído por la lujuria toda la jornada y todos los días del año. Para mi un claro ejemplo de este clase de gente con poder, con red de amigos poderosos, con silencios de los otros y de las víctimas... pero con necesidad de que se sepa que él y su gente pueden traspasar límites que otros nunca podrán.
- He visto de una tacada una serie española – dice Melissa mascando cuidadosamente la segunda ostra -, en que la protagonista es una guardia civil que persigue pederastas por los pirineos y por Mallorca, por la Sierra de la Tramontana, no he entendido mucho del guion aunque me parece que trata de estos temas de poder y de sexo…
Las conchas de las ostras forman una irregular pirámide, ya no queda una de muestra en la gran bandeja,el teléfono de Hiruntchiverry suena con insistencia hasta que éste responde, sólo se le oye decir a su interlocutor « Sí Gerard, sí Gerard, merci Gerard, compris Gerard…. » mientras su rostro se va descomponiendo hasta que cuelga y corre hacia el retrete.
- ¿Qué pasa, querido ? - Alarmada corre también Melissa -.
- ¡Que hay una bacteria en las ostras y que dan una cagalera enorme ! ¡Que las tiremos todas sin comer ! Era Gerard, el que me las ha regalado.
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