Hace tiempo que Galtzagorri no tiene una enfermedad, aparte de gripes españolas, asiáticas y demás que superan las barreras de las vacunas – Galtzagorri se pone las vacunas que haga falta y más -, así que encontrarse en urgencias y luego encerrado en una pequeña habitación hospitalaria, revestido de una bata de papel azul, pensada para que espalda y posaderas queden al aire, con una fontanería de plástico clavada en su antebrazo derecho y que le obliguen a estar tumbado en una camilla talla única, esto es, escasa para un cuerpo vasco normal… pues la primera sensación es de asombro, la segunda es de fatiga. De hecho la fatiga que sentía en días previos le tenía que haber llevado al médico, antes de que unos insoportables dolores en todas sus tripas, y Galtzagorri tiene tripas varias, hicieran que se acercara al ambulatorio más cercano, el de Gros a media mañana. Había bastante personal pero se puso en la cola de recepción civilizadamente. Cuando le tocó su turno, una súbita nausea, que le obligó a hacer un esfuerzo de retención enorme y este esfuerzo le debió de provocar un desgarro interior porque a penas pudo balbucear un quejido al ocupado celador y éste llamó a ayuda, la ayuda le puso en una silla de ruedas, la silla de ruedas se trocó en una camilla, la camilla en otra, alguien, bata blanca o rosa claro, le recogió la documentación de la mano -Galtzagorri llevaba preparada la tarjeta de Osakidetza -, otra persona le sacó sangre, le instaló la primera pieza del mecano de cañerías en el antebrazo y le instó a avisar a la familia con el teléfono móvil que se caía continuamente del paquete de ropa que le habían quitado no sabía cuándo para ponerle la batita celeste. Su mujer le encontró dormido, roncando, en espera de una ecografía, las horas iban pasando. Una médico pasó a informar que los análisis indicaban algo en el hígado, algo que no debía estar allí evidentemente. Por fin le pasearon hasta un ecógrafo de guardia, supongo que se dirá así, un tipo simpático pero que no bromeó apenas sobre el abdomen de parturienta de Galtzagorri. Le volvieron a abandonar desnudo en la habitación desnuda y la doctora volvió a pasar para mandarle al especialista, con la cita ya fijada, « a qué especialista » los Galtzagorri preguntaron , la eficaz médica respondió , arqueando las cejas:
- ¿Especialista ? El Dr. Foiegras.