Osgoode Hall rugby football team: champions of Canada 1891 (Photo credit: Law Society of Upper Canada Archives) |
Se alquila una furgoneta y un coche. Este último debe salir tres horas después porque hay que esperar a que uno de los jugadores acabe un exámen.
Cerca de La Rochelle se rompe el cable del acelerador de la furgoneta, y decidimos esperar al segundo coche al lado de la carretera. Para pasar el rato sacamos un balón y hacemos unos pases en el prado contiguo.
Al cabo de un rato un enorme trailer para a nuestro lado. Un joven conductor francés se baja y nos pregunta si tenemos algún problema. Le explicamos la situación, y acto seguido coge una caja de herramientas y se mete debajo de la furgoneta a intentar arreglar la avería.
Tras una hora de intentarlo, perdiendo parte de su valioso tiempo, no consigue solucionar el problema, pero se presta a llevarnos a un garaje para buscar un mecánico.
Nosotros estamos alucinando ante la amabilidad de este conductor, nos parece increíble.
Cuando se va le damos las gracias y le explicamos que su amabilidad nos ha dejado asombrados.
Nos contesta con toda la naturalidad del mundo que “he visto vuestro balón de rugby, y yo juego a rugby, tenía que parar”. Es toda la contestación. La solidaridad de los rugbyers.
En ese momento comprendo que este deporte tiene algo diferente. Los terceros tiempos internacionales acaban por convencerme.
Pero venimos a nuestra tierra y la realidad es diferente. Desavenencias entre clubes, escisiones, guerra de guerrillas....
Ahora ante el intento de mejora que supone la SIR, con un proyecto en el que algunos se juegan su prestigio y algo más, un proyecto que en época de crisis ha conseguido atraer cuatro patrocinadores internacionales, un proyecto con mucho margen de mejora, con televisión en directo y programas de rugby... ante este proyecto se vuelve a intentar desde el búnquer el boicot.
Me dan ganas de olvidarme completamente del rugby de este llado de la muga y dedicar mi afición exclusivamente a seguir lo que pasa más allá del Bidasoa. Bayona, Biarritz, Hendaya...me da igual. Qué hartazgo.
Este texto anterior me lo ha remitido Kepa Sanz y creo que merece ser difundido
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